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      Desde Lincoln a Kenia, con la fuerza de la siembra directa

      Miguel Angel Alvarez, productor en el noroeste bonaerense y miembro de Aapresid, y su amigo Carlos Van der Straten, están asesorando a los keniatas sobre cómo mejorar la productividad agrícola. Y quieren producir allí.

      Desde Lincoln a Kenia, con la fuerza de la siembra directaCLAIMA20150327_0265 Carlos Van der Straten y Miguel Angel Alvarez, el primero y el tercero desde la izquierda, respectivamente, sobre el primer lote en siembra directa en Kenia.
      Redacción Clarín

      Según la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo, 35 de los 50 mejores y más rápidos corredores de maratón del planeta son keniatas. Este fenómeno es estudiado en el mundo. Ese liderazgo, que se inculca de generación en generación de manera natural (como el fútbol en Argentina), y les permite subir al podio en las principales maratones del mundo, aún no logran transporlarlo para explotar todo el potencial agrícola del país, que es enorme. Pero van en ese camino.


      Hace dos años, buscando un cambio de aire, dos productores de Lincoln, en el oeste bonaerense, Miguel Angel Alvarez y su amigo Carlos Van der Straten, recorrieron distritos productivos de Kenia para conocer la realidad agronómica y ver qué podían aportar para aprovechar el potencial agrícola del país. Esta nación africana está en el centro-este del continente, sobre el oceano Indico, y limita con Somalía, Tanzania y Uganda.


      “Teníamos un contacto en Nairobi, la capital de Kenia, que nos armó una gira por Nakuro, Eldoret, Kitale y Narok, donde vimos distintas condiciones de suelo y climas”, contó Alvarez a Clarín Rural, repasando los inicios de esta experiencia productiva.


      Así, con el objetivo de hacer asesoramientos en ese país e ir analizando la factibilidad de producir en campos keniatas, los productores formaron la firma Suelos del Sur.


      Entre las idas y vueltas que le insumieron los viajes en estos dos años, Alvarez siguió haciendo agricultura en Lincoln, donde también tiene un encierre de 100 animales . Trabaja 1.000 hectáreas de campos alquilados en esa zona del oeste bonaerense.


      “Viajar, conocer otros climas y suelos nos sirvió para reafirmar la idea de que Argentina es un prodigio de la naturaleza”, destacó Alvarez, para quien el primer desafío es poder transmitir a los kenyatas  todo el “know how” argentina sobre manejo y siembra directa: “Allá, están como nosotros hace 25 años respecto de la desconfianza a dejar el arado y el disco, que es lo que han venido usando durante generaciones”, relató.


      En cuanto a la capacitación, Alvarez cuenta con las herramientas que le han dado 35 años de profesión, pero también la práctica que desde 2010 ejercita como líder de Aula Aapresid, el proyecto que busca difundir en ámbitos educativos, gubernamentales y organizaciones el impacto positivo que tienen la producción agropecuaria y la utilización de la biotecnología sobre el medio ambiente, la economía y la sociedad.


      La capital de Kenia, Nairobi, es una ciudad de gran importancia comercial en Africa. La economía del país es, además, la de mayor producto interno bruto de la región este y central de Africa. Kenia tiene una superficie de casi 600.000 de kilómetros cuadrados (como referencia, la provincia de Buenos Aires tiene 300.000 kilómetros cuadrados) y allí  viven sus casi 40 millones de habitantes (una población muy similar a la de Argentina).


      La cría de ganado y la producción de leche y sus derivados son importantes para la economía keniata. También se destacan la producción de té y café.
      “La mitad de la agricultura extensiva de Kenia es de maíz mayormente blanco, para consumo humano. Después vienen el trigo, muy poco de girasol y sorgo, y aún no le encuentran la vuelta a la soja”, contó Alvarez.
      Según la zona, tienen lluvias que van de 600 hasta 2.000 milímetros anuales. Están sobre la línea del Ecuador, pero la altimetría atempera un poco las condiciones extremas de calor tropical.
      En lo que respecta al nivel de maquinarias, “recién están empezando”, al igual que con la siembra directa.


      “En general no hay buenas sembradoras ni pulverizadoras, dos herramientas que definen la vida del cultivo”, contó Alvarez. Y sumó: “También tienen dificultades en cuanto a cómo usan la maquinaria, porque hemos visto sembrar maíz a 20 kilómetros por hora”. La justificación para semejante velocidad es que la ventana de siembra es corta y las sembradoras son chicas.


      En cuanto a la utilización de biotecnología, por el momento sólo cuatro países de Africa (Burkina Faso, Egipto, Sudáfrica y Sudán) han permitido la entrada de cultivos transgénicos. “Africa tiene un problema con los OGMs. Lo están analizando, pero creo que, más allá de todo lo que se dice sobre la salud, en el fondo tienen miedo de quedar dependientes de las empresas obtentoras de la biotecnología”, arriesga Alvarez.


      Pero reconoce que los rendimientos de maíz en Kenia son muy variables: “van de lo mejor, con buenas lluvias y manejo, en Nakuro, 100 qq/ha, a otros campos con 20 qq/ha”.


      Al analizar el potencial, también destacó que “como ocurría en Argentina hace 20 años, muchas zonas no son agrícolas porque se siembra en convencional, pero si se hiciera siembra directa, con un mejor aprovechamiento del agua, podrían entrar en producción”.


      Finalmente, al evaluar el presente y el futuro de la producción en Kenia, y de los argentinos allí, Alvarez dice que es incipiente, pero que tiene un enorme potencial. “El  año que viene nos gustaría sembrar algún lote en directa”, lanzó.


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