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      Piden que la escuela enseñe “habilidades emocionales”

      Son la perseverancia, la sociabilidad y la autoestima. Una investigación acaba de probar que ayuda a los chicos a aprender más y a insertarse mejor en el mercado laboral.

      Piden que la escuela enseñe “habilidades emocionales”CLAIMA20150611_0014 Las dificultades para pasar del aula al mundo del trabajo. A Gastón Trigo, Fátima Gutiérrez y Nicolás Figueroa (de izquierda a derecha en la foto), como a la mayoría de los jóvenes, la transición de la escuela al mundo del trabajo los asustaba.
      11/06/2015 07:36

      En la escuela es probable que a uno le exijan memorizar los pasos fronterizos de la Argentina, estudiar la conjugación del vosotros o las funciones trigonométricas. Es menos probable, en cambio, que le enseñen a ser un líder positivo, a fortalecer su autoestima o a cultivar la perseverancia. Los primeros son contenidos obligatorios de los diseños curriculares; los segundos, no. Al menos hasta ahora.

      Una investigación de la OCDE titulada Habilidades para el progreso social reclama que la escuela inculque no solo contenidos y capacidades cognitivas, sino también habilidades sociales y emocionales, para favorecer el desarrollo de un “niño completo”. A partir de las experiencias de distintos países, el estudio asegura que fomentar en la escuela la enseñanza de estas habilidades “blandas” tiene un impacto directo en el desempeño posterior de los chicos en la universidad (aumenta las probabilidades de que se anoten en una carrera) y el mercado laboral (favorece trayectorias más estables y sueldos más altos).

      Según el relevamiento de la OCDE, el incremento de las habilidades sociales y emocionales (como la perseverancia, la autoestima, la sociabilidad y la responsabilidad) tiene también un efecto positivo en la salud (por ejemplo, disminuye el riesgo de depresión) y el bienestar subjetivo de los chicos, así como en la reducción de comportamientos “antisociales” (tomar, fumar, abuso de sustancias, violencia y peleas).

      En Argentina, la ONG Cimientos ha hecho de las habilidades socioemocionales su bandera. El programa Futuros Egresados de esta organización acompaña a chicos de zonas vulnerables que cursan la secundaria por medio de tutorías, trabajando sobre “habilidades como la responsabilidad, la autonomía, la constancia, la planificación del estudio y el trabajo cooperativo”, explica a Clarín Natalia Rosón, una de las tutoras, que trabaja en escuelas públicas de José C. Paz.

      El objetivo de ese acompañamiento es evitar la deserción, pero también darles a los chicos habilidades para la vida, que les sirvan en el ámbito laboral y universitario. “Trabajamos sobre el conocimiento de uno mismo, la asertividad frente a las dificultades, cómo organizarse para los exámenes, etc. Son cuestiones que algunas escuelas incorporan, pero otras no. En las escuelas vulnerables suele ser más difícil porque tienen menos recursos”, describe Natalia.

      Las escuelas públicas y privadas que ofrecen el Bachillerato Internacional (IB) también avanzaron en la incorporación de las habilidades sociales y emocionales. “Además del rigor académico, apuntamos a una formación integral”, señala Gloria Mc Dowell, jefa de Servicios a Colegios de IB Américas. La currícula de estas escuelas incluye tres propuestas orientadas en este sentido: “Una materia llamada Teoría del Conocimiento, que apunta a desarrollar el pensamiento crítico y la metacognición; un proyecto de monografía de dos años, donde los chicos aprenden habilidades de investigación y comunicación escrita y oral; y un proyecto de aprendizaje-servicio para que los chicos trabajen en equipo y se comprometan con su comunidad”, enumera Natalia Tieso, responsable de la oficina de Buenos Aires del IB.

      Estudios pioneros como los del economista James Heckman, Premio Nobel de la Universidad de Chicago, encontraron que las habilidades “blandas” son complementarias de las “duras” (las que tienen que ver con el pensamiento y la memoria): así como las destrezas cognitivas pueden impactar positivamente en la autoestima de los chicos y en la confianza en sí mismos, la motivación y la perseverancia estimulan el aprendizaje y las capacidades cognitivas.

      Con la convicción de que la escuela tiene que hacerse cargo de brindar estas herramientas, el psicólogo Lucas Malaisi elaboró un proyecto de Ley de Educación Emocional para el sistema educativo, y lo presentó en las legislaturas de San Juan, Catamarca, Entre Ríos, Mendoza, Santa Fe, Tucumán y en el Congreso Nacional. “Hay un fuerte apoyo de los docentes y los padres a este tema, ellos reconocen que lo necesitan –dice Malaisi–. Pero los políticos no le han prestado ninguna atención”.


      Sobre la firma

      Alfredo Dillon

      adillon@clarin.com