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      La pena ajena que puede ser la propia

      Fuera de carrera desde el 5 de julio, en una actitud bien argentina, el kirchnerismo sacaba pecho anoche de la desgracia ajena. Se entiende: su archirrival para la elección nacional, Mauricio Macri, sufrió más de la cuenta para que su fuerza revalide títulos en su territorio base. La elección cómoda que el macrismo había soñado como catapulta hacia las primarias nacionales, se convirtió en un ciénaga impensada que abre un interrogante sobre la fortaleza de Macri como contendiente.

      Scioli no demoró en sacar la cuenta más provechosa. Sumó los votos en blanco a los de Martín Lousteau y aseguró que “la mayoría de los porteños votó por un cambio”. Entre sus colaboradores, auguraban que el resultado de anoche abriría nuevas dudas entre los votantes opositores sobre el mejor candidato para enfrentar al kirchnerismo. Y de ahí, entremezclado con sus propios deseos, pronosticaban el fin de la polarización con el PRO y un nuevo crecimiento de Sergio Massa. Así, volvería al escenario más deseado por los K: la división del voto opositor que facilitaría el triunfo de Scioli en primera vuelta.

      Pero hay otra lectura posible de lo ocurrido anoche que no es agradable para la Casa Rosada. Es la que indica que, para los oficialismos, el piso de votos se asemeja demasiado a su techo. Larreta llegó a un 45 % en la primera vuelta y se le hizo cuesta arriba sumar apenas 5 puntos más para imponerse en el balotaje, cuando toda la oposición se juntó en su contra.

      Todas las encuestas indican que Scioli tiene el 35 por ciento o algo más amarrado en la carrera por la Presidencia. Pero en su comando de campaña admiten que lo más difícil es crecer desde ahí los cinco o diez puntos que necesitaría para definir la elección en primera vuelta el 25 de octubre. Ni que hablar si hay balotaje. Allí Scioli se convertiría en Larreta: solo, contra todos.


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      Leonardo Mindez

      Editor de Clarín lmindez@clarin.com

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