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      Gabo, el escritor de la gente

      Gabo, el escritor de la genteCLAIMA20140419_0098 AFP Aracataca. Una mujer se acerca a la casa natal del escritor para celebrarlo con un mensaje. / AFP
      Redacción Clarín

      Tal vez te lo hayas preguntado: ¿Cómo es posible que Barack Obama, Vladimir Putin, los reyes de España, los escritores más prestigiosos del planeta y yo estemos lamentando por igual la muerte de Gabriel García Márquez? ¿Cómo es que yo —te planteaste—, que apenas leo un libro cada tanto, pero que devoré "El amor en los tiempos del cólera" y "Cien años de soledad", de pronto esté diciendo, palabra más palabra menos, lo mismo que esos peso pesados de la historia contemporánea? Te confieso que a mí me sucedió lo mismo. ¿Por qué la muerte de un Premio Nobel de Literatura —pensé— me afecta como si hubiera muerto un viejo y entrañable conocido?

      La respuesta a nuestras preguntas la hallé anoche en la tele. Lo explicó así, en "Telenoche" (El Trece), el poeta, ensayista y novelista colombiano William Ospina: "García Márquez, como pocos, tuvo un lenguaje capaz de seducir por igual a los eruditos y a los que nunca han leído otro libro. El don al mismo tiempo de la sencillez y la sublimidad".

      Le dieron la razón a Ospina las imágenes que mostró Mario Markic, en vivo, desde Aracataca, frente a la casa natal de Gabo, como lo conocieron allí. Veías vecinos de la cuadra llevando su ramito de flores amarillas, muchachas que dejaban alguno de sus libros en la puerta, doñas prendiendo velas, chicos de la barriada correteando, saludando a las cámaras. "Aracataca y Macondo, esos dos pueblos que se confunden", definió Markic. Y recordó que en esa casa, de pequeño, García Márquez "escuchó las historias que contaban las mujeres reunidas en la mesa familiar". Años después, el Gabo les devolvió la gentileza: contó historias capaces de atrapar por igual a la Academia Sueca, a la abuela que teje escarpines, al universitario, a los doctores, a vos y a mí.

      El que murió fue un genio, un dotado, un hombre bendecido con el don de la palabra. Y el que murió fue también un periodista, un maestro de periodista. Es ley en este oficio: hay que escribir para que entiendan todos. García Márquez no olvidó nunca esa premisa que te marcan a fuego desde que hacés los primeros palotes en una redacción. Para él daba igual que fuera una novela, un cuento o una crónica destinada al periódico: no escribía sólo para los iniciados, para la capilla de los académicos, para sus pares; escribía para todos. Como se dice ahora, escribía para la gente.

      En el especial de "Otro tema", que emitió TN anoche, esto le dijo la escritora argentina María Rosa Lojo a Santo Biasatti: "García Márquez ocupa un lugar muy particular porque logra ser un autor leído por los profesores, por los eruditos, por los exigentes y por todo el mundo. Creo que eso se debe al extraordinario don poético que él tuvo y a esa capacidad para escribir tan bien que no se nota el esfuerzo. El practicaba lo que Garcilaso de la Vega llamó 'el arte natural'. Es un arte tan refinado, tan decantado, que no parece arte. Y por eso lo criticaron algunos. No sé de dónde lo sacaron, pero les parecía un narrador simple, les parecía folclórico entre comillas. Y eso marca la grandeza de lo que fue: alguien que puede ser leído por todo el mundo, en diversos planos, a través de una escritura potente y envolvente que te deja hechizado. Tenía ese poder". El bendito poder de situar su pluma prodigiosa al alcance de todos. Por eso, a Gabriel García Márquez, lo lloramos todos.