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    • Martes, 16 de abril de 2024
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      Daniel Divinsky: recuerdos de un flor de editor

      Ariel Pérez Guzmán

      Daniel Divinsky: recuerdos de un flor de editorDaniel Divinsky, por Pepe Mateos
      Redacción Clarín

      Desde el balcón de su casa se ve el zoológico de Buenos Aires y lo que más le gusta es sentarse a espiar a los elefantes. Ahora tiene más tiempo libre, aunque no tanto … La salida de la empresa que llevó adelante por casi 50 años, Ediciones de la Flor, le permite pasear con su nieto y, además, organizar proyectos: la creación, por ejemplo, de una Carrera Internacional de Edición en la Universidad de Avellaneda. “Va a empezar en mayo –dice Daniel Divinsky–, después de la Feria del Libro”. Muchos lectores no recuerdan las editoriales ni los nombres de las colecciones en que fueron publicados los libros que amaron. Divinsky, sí. “En mi casa había dos bibliotecas, la de mi madre y la de mi padre. Mi madre leía cosas de la Colección Grandes Novelistas de Emecé: Pär Lagerkvist, Vasco Pratolini … Mi viejo leía más medicina, era un médico muy devoto. Y yo empecé a leer muy chico, a los 6 años, porque tuve una nefritis aguda. Cuando fui adolescente recuerdo que tenía la Colección Robin Hood completa. También tenía toda la serie del Corsario Negro de Salgari, un montón de tomos. Pero, principalmente, a Monteiro Lobato, los 24 tomos de las Aventuras de Naricita, la Historia del Mundo para Niños, releídos hasta el cansancio”.

      Pocas de las anécdotas de Divinsky dejan de relacionarse con Ediciones de la Flor. El sello que fundó junto con Kuki Miller en 1966 publicó a algunos de los grandes dibujantes argentinos como Quino, Caloi o Fontanarrosa y también a narradores como Rodolfo Walsh y John Berger. “Lo de armar una editorial –recuerda– vino por el lado de la Facultad de Derecho. No me atraía especialmente Derecho pero … hice una carrera sin dificultad, muy rápido. Pero seguir siendo abogado por el resto de mi vida no era muy alentador, así que se nos ocurrió, con mi socio jurídico, poner una librería. Y teníamos que pedirles plata prestada a nuestros viejos, vivíamos con ellos. Cada uno nos ofreció 150 dólares, pero con eso no podíamos pagar ni la llave de un local. Así que mi amigo Jorge Álvarez –el gran editor– nos dijo que juntáramos los 300 dólares, nuestros conocimientos y un crédito de las imprentas y papeleras … y armáramos una editorial. Y ahí surgió Ediciones de la Flor, que en el 67 sacó su primer título. Era una antología de cuentos sobre Buenos Aires, que reunía textos inéditos de Cortázar, Walsh, Viñas, entre otros. El segundo libro fue una idea de Pirí Lugones, la nieta del poeta e hija del torturador, después asesinada por los militares en el 77. Nos dijo: ‘Ninguno de los autores cotizados le va a dar un libro a una editorial de unos pibes que recién empiezan. Pero los escritores son muy vanidosos, y si les piden a varios capitostes que elijan su cuento favorito en la literatura universal y expliquen por qué en un prologuito, nadie va a decir que no’. Para nosotros fue buscar los teléfonos en la guía, pero se cumplió. Mucho después, cuando yo estaba en el exilio en Caracas, vivía cerca de una librería grande y un día fue Borges invitado porque le habían dado un Doctorado Honoris Causa en una universidad. Fui a saludarlo y le dije: ‘Borges, usted no se va a acordar, pero yo lo fui a ver cuando le pedí que eligiera un cuento para una antología’. Me pregunta: ‘¿Y yo cuál elegí?’ ‘Wakefield’, le dije, el cuento de Hawthorne. ‘¿Y Sábato cuál eligió?’, ‘Bartleby’, le dije, el cuento de Melville. ‘El mío es mejor’, dijo Borges”.

      Y de golpe, como al pasar, la palabra exilio aparece en el relato de Divinsky. Un exilio cuya causa es una situación que cuenta con una sonrisa: “Ni Kuki Miller ni yo teníamos ninguna militancia política. En el año 73 yo fui a la Feria del Libro de Frankfurt y me entusiasmó un librito para chicos que se llamaba ‘Cinco dedos: la historia de dos manos enfrentadas’. Una, la verde, tortura y persigue a la otra, que casualmente es de color rojo. Son los colores que atraen a los chicos, no tenía un sentido ideológico. Los cinco dedos de la mano roja descubren que unidos hacen un puño y entonces se defienden y ese es el final. El libro lo compró en una librería de Neuquén la mujer de un coronel para sus hijos. El coronel lo vio en su casa, armó un escándalo y lo elevó a la SIDE. Cuando yo estaba en otra Feria de Frankfurt, la del 76, Osvaldo Bayer me dijo que le habían mostrado ‘Cinco dedos’ como ejemplo de incitación a los chicos para convertirse en subversivos. Y me dijo: ‘Yo que vos, no volvería’. Como un idiota, volví. Y escuché por radio el decreto que prohibía ‘Cinco dedos’. Y como era abogado hice una presentación para un pedido de revocación del decreto. Después de eso estuvimos 127 días presos. Cuando salimos en libertad, fui directo a Lufthansa y, después de varios lugares, terminamos en Venezuela”.

      La carrera que Divinsky pensó para la Universidad de Avellaneda comenzará con un seminario sobre la pregunta: ¿Editor se nace o se hace? El sabe la respuesta.