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      La larga cruzada de un cura contra las “mulas” del narcotráfico

      John Wotherspoon, capellán de prisión en Hong Kong, recorrió África y ahora América Latina, en una solitaria lucha contra este drama. Clarín habló con él.

      La larga cruzada de un cura contra las "mulas" del narcotráficoEl padre John Wotherspoon con el folleto de su organización "No más mulas" en la redacción de Clarín. / Diego Waldmann

      De su pequeña valija brotan carpetas, papeles y documentos que desparrama sobre la mesa. Hay varias cartas escritas en español. Tinta azul en casi todos los casos, escritas al dorso de un formulario. Un poco más allá hay un par de diarios de Tanzania escritos en swahili, un idioma que se habla en numerosos países africanos. En un momento dado, John Wotherspoon saca su celular y reproduce un audio que una mujer venezolana le manda a su esposo, preso en Hong Kong luego de que fuera apresado como “mula”. Entre los papeles también se ve un folleto de su organización “No más mulas”, el grupo que comanda junto a un pequeño grupo de colaboradores con el que busca advertir acerca de las consecuencias de incurrir en este tipo de delitos. 


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      Hace un mes que Wotherspoon, un sacerdote australiano de 72 años, está viajando por Latinoamérica con este mensaje. Su periplo empezó el 26 de diciembre pasado en México, y desde allí pasó por Colombia, Venezuela, Surinam, Perú, Bolivia y Paraguay antes de llegar a la Argentina. La última parte de su viaje se desarrolló en San Pablo, Brasil, el epicentro de una red criminal operada en su mayoría por nigerianos que según él es la responsable de dirigir un flujo de droga hacia China, Malasia, Indonesia, Tailandia y Hong Kong, que es donde Wotherspoon está instalado como capellán de prisión. “De alguna manera, los que llegan hasta mí son los ‘afortunados’, porque en Hong Kong no hay pena de muerte y los culpables solo reciben una larga estadía en prisión. Si agarran a un extranjero con droga en algunos de los otros países de la región, la pena puede ser un balazo en la cabeza”, relata Wotherspoon en una entrevista con Clarín.

      “Desde hace 10 años que soy uno de los casi 30 capellanes de diversas religiones autorizados a trabajar en las prisiones de Hong Kong. Hasta hace unos años iba a las prisiones entre 5 y 6 días por semana. En un momento me di cuenta que era mejor prevenir que curar, y así fue que empecé con esta campaña”, explica a la hora de ubicar un punto de partida a sus esfuerzos por dar a conocer los alcances de esta problemática.


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      Wotherspoon nació en Brisbane, Australia en 1946 y se hizo sacerdote en 1973. Está en Hong Kong desde 1985, adonde fue como voluntario de la orden de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada, que fue creada por el sacerdote francés (ahora santo) Eugène de Mazenod en 1816. El objetivo de su congregación fue, desde el primer momento, ser fiel a la opción por los pobres y los excluidos, una máxima que el padre dice haber adoptado desde que tiene memoria. Durante sus primeros años en la ciudad trabajó en campos de refugiados vietnamitas, y en los primeros dos años de su estadía logró inclusive reubicar alguno de ellos en su país natal. “Ahora es imposible”, dice resignado frente a los severos requerimientos migratorios de Australia.

      Una de las cartas que uno de los presos le dio a Wotherspoon para que se la llevara a sus familiares en Venezuela (Diego Waldmann).Una de las cartas que uno de los presos le dio a Wotherspoon para que se la llevara a sus familiares en Venezuela (Diego Waldmann).

      Fue en 2012 que notó que hubo un incremento en la cantidad de presos de Tanzania respecto al año anterior que estaban apareciendo en las prisiones de Hong Kong. Llegaron a ser 33 a mediados de 2013, casi uno por semana, que estaban siendo detenidos en el aeropuerto con cantidades que iban desde los 500 gramos hasta los dos kilos de cocaína. Según la ley de Hong Kong, portar entre 600 gramos y 1,2 kilos de esta droga puede equivaler a una sentencia de hasta 24 años en prisión. Empezó a correr la voz sobre lo que estaba pasando entre sus conocidos en esa región, instándoles a que les digan a las personas que no vengan, pero sin éxito. Decidió tomar cartas en el asunto.

      “Le pedí a uno de los presos de Tanzania que escribiera una carta contando su experiencia, y fue una cosa muy poderosa porque inclusive mencionó a algunos de los que manejaban el negocio de la droga. La puse en mi blog (donde tuvo 5000 visitas en una semana), y se la mandé a diversos sitios y medios de ese país. ¿El resultado? En los 8 meses siguientes hubo solamente una mula. Ajustaron la seguridad y mejoraron los chequeos en el aeropuerto Kilimanjaro, pero lo más importante fue que los medios lo levantaron. Tomaron esta carta como un punto de partida para empezar a tratar este tema, y eso le dio un impulso fundamental al tema”.

      En 2014 hubo un nuevo salto en la cantidad de mulas presas, y el padre decidió viajar en persona a Tanzania. En 2015 se reunió con los medios (diarios, radio, televisión) y pudo dar explicaciones mucho más amplias y en detalle de cuál era el problema, y cómo se podía combatirlo. Fue tapa del principal diario de la capital, y el tema se instaló como una prioridad en la agenda pública. Visitó Kenia y Uganda en 2016, y en 2017 fue a Sudáfrica, Lesotho y Zambia, para seguir con su campaña. De acuerdo a los números, sus esfuerzos han sido exitosos: en 2016 hubo 3 mulas de Tanzania. De toda África, hubo 47 en 2015, 26 en 2016 y aproximadamente 8 en 2017. La baja en la cantidad de detenciones es un logro que Wotherspoon atribuye en gran medida a la publicidad que se logra generar en torno a la cuestión.


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      Otra carta de un preso a su familia (Diego Waldmann).Otra carta de un preso a su familia (Diego Waldmann).

      Planeaba seguir en 2018 con un viaje a Nigeria, pero la realidad le indicaba que las mulas provenientes de África prácticamente habían desaparecido, mientras que de América Latina seguían aumentando. Fue por eso que decidió emprender una gira por esta región.

      De acuerdo a su cuenta personal, hay 140 detenidos de Sudamérica, 70 de los cuales son colombianos. También hay venezolanos, paraguayos y peruanos. De Argentina solo hay 4 o 5 presos, y no hubo ninguno en los últimos años. Pero según le han dicho los mismos presos, varias de ellos se han encontrado con argentinos que forman parte de la red de narcotraficantes nigerianos que coordinan la partida de las mulas hacia Asia, casi siempre desde el aeropuerto de San Pablo, Brasil.

      “Estas redes de drogas explotan a mujeres pobres, con promesas de que las van a sacar de la situación. Antes solían ser solo jóvenes, adolescentes casi, mientras que en los últimos años se ven muchas mujeres de bajos recursos, inclusive embarazadas y abuelas, desesperadas por la falta de dinero”, relata el sacerdote. Con las familias de presos con las que se fue encontrando fue armando grupos de Whatsapp, las cuales serán manejadas por sus colaboradores que hablan español, y servirán para establecer un contacto más asiduo entre ambos.

      Si bien Wotherspoon habla muy poco castellano (“gracias a Dios por el traductor de Google”, dice en un momento, entre aliviado y divertido), a lo largo de su travesía de 30 días por la región en todos los países logró seguir una agenda de actividades idéntica: contactar a los medios para que ellos difundan lo que está ocurriendo, y establecer contacto con los parientes de los detenidos, una estrategia que adoptó durante su campaña en África y que resultó altamente efectiva para generar conciencia. Empezó por pedirles a los presos que escribieran cartas a sus familiares, que él luego llevaba, y a su vez retornaba con respuestas de esos mismos familiares para el detenido. Ahora también graba audios y hace videos. Los mensajes de los presos y sus familias se leen en un programa de radio que sale los domingos a la noche en Hong Kong, gracias a un equipo de colaboradores latinoamericanos que trabajan con él y lo asisten en las traducciones.

      A pesar de no hablar castellano, Wotherspoon logró entablar varios contactos en América Latina. (Diego Waldmann).A pesar de no hablar castellano, Wotherspoon logró entablar varios contactos en América Latina. (Diego Waldmann).

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      El padre busca a los medios de cada lugar que visita, en parte porque lo ayudan a difundir el mensaje de lo que está sucediendo, y así generar conciencia del problema. Es muy difícil que las autoridades puedan ayudarlo sino tiene evidencia directa de un crimen. A esto hay que agregarle que muchos lugares, según él inclusive en Hong Kong, las autoridades están de alguna manera vinculadas a las actividades criminales.

      Dentro del panorama decididamente trágico de la cuestión, Wotherspoon se empeña en aclarar que quienes son detenidos en Hong Kong pueden considerarse relativamente afortunados. Las cárceles están entre las mejores del mundo: los presos comen 3 veces por día, tienen cobertura médica, pueden ejercitarse, estudiar e inclusive trabajar por un sueldo. Esta provisión les permite a muchos de ellos mandar dinero de vuelta a sus familias, una situación que puede significar también una cruel disyuntiva. Es que el sistema judicial de Hong Kong permite que ciertos presos terminen de cumplir sus condenas en sus países de origen. En países donde la subsistencia diaria ya es complicada (el caso de Venezuela, por ejemplo), las familias están divididas entre el deseo de volver a sus parientes, y el hecho de no solo resignar el dinero que el preso mandaba, sino de encontrarse también con una boca más para alimentar.

      Está construyendo una base de datos con quienes los presos le han dicho forman parte de la red de narcotraficantes. Esa base no está disponible para el público, pero la comparte con fuerzas de seguridad cuando se la piden. Una de las personas en esta lista es un nigeriano que en Tailandia convenció a una chica rusa de convertirse en mula para ir a Hong Kong. La familia de ella lo buscó en Facebook, y le pasó esta información al padre. “Subí toda la información a mi blog. Lo expuse. A los pocos días, me contactó una mujer mexicana que estaba a días de casarse con ese mismo hombre. Así completé su perfil y le pasé toda la información a la DEA y a Interpol”, resume.

      Estos esfuerzos no han llegado sin algunos tragos amargos para el padre, inclusive frente a aquellos que no forman parte de la red criminal que él busca encarcelar. “Recientemente me llamaron asesino en Tanzania, porque dicen que al haber eliminado los viajes de mulas hacia Asia, los narcotraficantes dejan la droga en el país, lo que ha llevado a más drogas y violencia en el país”, comenta.

      Al hablar del último trayecto de su viaje, aquel que lo llevaría a San Pablo, que era donde esperaba poder reunir más información sobre quienes operan estas redes de mulas, fue la única oportunidad en que Wotherspoon dejó entrever qué le provocan estos criminales. “Con el perdón de la palabra, estos tipos son unos ‘bastardos’. Lo más malvado del mundo”.


      Sobre la firma

      Juan Décima

      jdecima@agea.com.ar

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