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      Se cumplen 20 años de la muerte de Fabián Polosecki y así lo recuerdan su hermano y dos amigos

      Entre 1993 y 1995, "Polo" renovó el lenguaje televisivo con El otro lado y El Visitante, programas hoy de culto. Clarín habló familiares y amigos del periodista que creó un estilo con su modo de preguntar, de narrar y, sobre todo, de escuchar.

      Se cumplen 20 años de la muerte de Fabián Polosecki y así lo recuerdan su hermano y dos amigosFabián Polosecki, periodista porteño muerto trágicamente muy joven. (Alejandro Amdan)

      “Estamos cansados de los que hacen tele y reciben a la gente de la tele para hablar de la tele en un estudio que parece el living de su casa. Hay que sacar las cámaras afuera porque hay otro mundo, hay gente que tiene otras historias”.

      El protagonista de esas palabras, dichas en marzo de 1993 a la revista Clak, es el periodista Fabián Polosecki, Polo para los amigos, de quien este sábado se cumplen 20 años de su fallecimiento.

      Fabián Polosecki, periodista porteño muerto trágicamente muy joven. (Alejandro Amdan)Fabián Polosecki, periodista porteño muerto trágicamente muy joven. (Alejandro Amdan)

      Polo, con sus programas El otro lado (ganador de dos premios Martín Fierro) y El visitante, emitidos entre 1993 y 1995, impuso un nuevo lenguaje en la televisión, un estilo, una manera de preguntar, de mirar y de narrar: puso las cámaras, las luces, en las historias escondidas, subterráneas. Detrás de unos pocos famosos —como llegó a decir Polo— se escondían cientos de desconocidos.

      “Éramos muy amigos, trabajamos juntos en la Editorial Abril, en la Revista Radiolandia, en la revista Fierro, además de los programas de televisión. Era una persona encantadora, muy simpático, muy social, muy divertido y esa capacidad de comunicarse con los otros se refleja en el programa. Era una magnífica persona, un gran amigo que todo el mundo adoraba”, cuenta a Clarín el escritor Pablo de Santis, quien era el guionista de la voz en off (que luego se escuchaba leer a Polo) en los programas El Otro Lado y El Visitante.

      Sigue: “La voz en off era algo que le preocupaba mucho; en un principio había pensado escribirla él solo, pero tenía tantos roles que por eso me llamó. Polo se ocupaba de todo: de estar en cámara, de tener contacto con todo el equipo. Mi guión buscaba subrayar todo lo que este Polo, el personaje, apuntaba a construirlo como personaje, como su relación con la ciudad, con la noche”.

      -¿Cuáles eran las diferencias entre el Polosecki personaje y el Polosecki real?

      -Este Polo... el Polo personaje, era más solitario, casi de novela negra, con su campera negra de cuero; mientras que él era una persona completamente sociable y gregaria, familiero también- reflexiona De Santis.


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      El escritor recuerda que en estos programas, emitidos por Canal 7, había una utilización sofisticada de los elementos de ficción. El procedimiento, cuenta, era el siguiente: “Primero había una entrevista previa que hacían los investigadores periodísticos, después la entrevista que hacía Polo, la cual se desgrababa y, en base a esa desgrabación, se armaba qué iba o no; había un trabajo enorme detrás de cada programa”.

      “En el programa —recuerda Pablo De Santis— siempre se escapaba del lugar común; generalmente, en la televisión, si se va a una Villa, se va a mostrar qué pobres que son los pobres; acá aparecían otros costados que tenían que ver con la vida cotidiana de la gente, no se iba al lugar común, se quería mostrar un costado más humano”. 

      En ese sentido, su amigo analiza que en el programa “no había una exaltación de la marginalidad, sino una exaltación de la historia”. Y que, sobre todo, esos programas “han conservado una imagen de Buenos Aires que ya no existe, con las cabinas telefónicas, con los viejos colectivos”, una imagen que se ha detenido, como Polo, en el tiempo.

      "¿VOS NO SERÁS POLO?"

      Polo sabía escuchar, sabía preguntar, sabía hacer silencio: Con esas características describen, sus compañeros, sus modos, su técnica en el reportaje.

      El propio Polosecki contaba así su método, en 1994: “Yo, como entrevistador, soy una especie de monosilábico balbuceante que a veces ni siquiera termina de hacer una pregunta, simplemente trato de mantener una suerte de canal de comunicación para que sea el otro el que hable. Se supone que si yo pregunto es porque me interesa; se supone que el interés es registrar un momento más que una entrevista, en donde entonces es importante el silencio porque da lugar a un gesto, a poder concentrarse en un detalle de la escena, en un botoncito que tiene en el pulóver del entrevista y que está diciendo algo”.


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      En ese sentido, Polo decía que “hay información en eso que rodea al tipo que está hablando, y ahí está el interés del programa”. Y agregaba: “Yo tengo todo el tiempo conciencia de que no es el mecanismo de la pregunta y la respuesta lo que funciona en la tele. No es el texto de la pregunta o la respuesta lo que me interesa. Son cosas simultáneas, el color, la pausa, el gesto, eso es lo que más me entusiasma que pase. Es un momento”.

      Así lo relataba Claudio Beiza, responsable de la cámara en el programa, en el libro Polo: el buscador (2005, Catálogos), de los periodistas Hugo Montero e Ignacio Portela: ”De repente a Polo le decían algo y todo el libreto que tenía se lo guardaba. Decía ‘acá hay una historia’ y se iba por ahí. Y se la seguía, porque si el tipo habló de eso, el tipo quiere hablar de eso (…). La otra era el silencio. El silencio es maravilloso. El tipo termina y queda como flotando en el aire, y Polo era como que iba a preguntar, pero no. Como que no había terminado y ese momento, si el tipo se largaba, ya sabía que tenía que estar cerca. Era un tiro libre con Maradona, había grandes posibilidades de que saliera algo genial. Entonces empecé a descubrir esa habilidad que tenía para poder ir encontrando esas cosas”.

      Como sucedió en uno de los últimos programas del ciclo El visitante, en 1995, en una grabación en el barrio porteño de Saavedra. Mientras Polo hacía una entrevista en la vereda a otro personaje, una simpática vecina, de anteojos extravagantes, interrumpió y se metió en la charla. En la filmación —que se puede ver al final del documental En la vereda de la sombra, de Gustavo Alonso— se ve cómo el periodista, en un momento, cambia la orientación de la entrevista, se mueve de lugar y elije a su nuevo e inesperado personaje: ahí había una historia para escuchar.

      Así fue ese diálogo:

       —Yo te conozco… pero no me acuerdo en este momento.

      —Ah, mire (responde Polosecki).

      —Voy a tener que hacer memoria.

      —(…) ¿Y usted lo ve a ese Polo, el del programa en canal 7?

      —Lo veo todos los viernes. Sí, lo veo a Polo.

      —¿En serio? ¿Cómo se llama el programa?

      —Eh… ¿Vos no serás Polo? ¿Él no es Polo?

      —¿Vos podés creer a esta mujer? (risas)

      ¡Es Polo! Pero con el programa que hacés vos tenés que estar bien vestido, con un regio coche…

      —Qué pasa, señora, que no le gusta cómo estoy. Qué problema tiene con mi vestimenta. Todos me critican acá la vestimenta; el que no dice que ando roñoso no sé qué dice… (risas)

      —Pero la gente de la televisión gana mucha plata. Pero si siempre lo veo los viernes por la noche yo. Qué lindo programa, pero te recorrés todo, ¿eh? Te metés en cada lugar… ¿Y qué hacés acá? ¿Qué misterio, qué cosas raras hay acá?


      “Me parece que tenía un raro don: sabía escuchar. Tenía un oído absoluto a la hora de registrar lo que le decían. Los matices, las inflexiones, los pliegues del discurso del otro. Entonces, claro, la gente le hablaba. Es más: no le gustaba hablar mucho de él o de sus logros. Recuerdo que la entrevista que le hice para Página /30 no fue fácil —estuvimos como tres horas conversando en un café de la esquina del diario y los personajes más extraños se acercaban a nuestra mesa a saludarlo— porque él todo el tiempo repetía cosas como ‘¿Te parece? ‘¿Una entrevista a mí?’", contó el escritor Rodrigo Fresan también en el libro Polo: el buscador.

      "UNA MIRADA SIGNIFICATIVA"

      Fue un amigo, muy generoso, una persona a la que quise mucho; era un gran cocinero: una vez me convidó berenjena en escabeche que había preparado él. El otro día recordaba que Polo me hacía acordar al detective Columbo porque sabía preguntar: podía extraer de las personas historias que esas personas no sabían que poseían, recuerda a Clarín el escritor Marcelo Birmajer.

      Siguió: “Tenía un talento natural, intuitivo, una mirada significativa, profunda; se fue volviendo cada vez más liberal —llegó a ser un importante militante del PC— pero yo llegué a ser mas liberal que él. Si nos volviéramos a encontrar tendríamos muchas cosas para disfrutar”.

      Birmajer era el investigador periodístico del programa: “Yo buscaba los personajes, los entrevistaba y escribía las que, para mi, serían las preguntas y el modo de presentarlos. Buscábamos los personajes que tuvieran las mejores historias, no importaba si era más marginal o más del establishment: lo importante era que la historia fuese atractiva”. Y añade que figuras como Polo “no dejan legado, son tan singulares que no lo podés seguir, todo intento de repetirlo termina en parodia; hoy sus programas seguirían siendo de culto”.

      “Trabajar con él fue un privilegio por el resto de mi vida; cada vez que tengo que escribir un cuento o novela agrego anécdotas de El otro lado que vienen en auxilio. Lo extraño mucho. La televisión tiene esa magia de que estás al lado de alguien y no estás al lado: me gustaría que la muerte también fuera como un televisor y estar al lado de él aunque no esté a su lado”. 

      EL SURF DE LOS POBRES

      “De los programas que más recuerdo son el de uniformes y disfraces, donde algunos estaban disfrazados de Pantera Rosa en el Trencito de la Alegría. También un programa dedicado a la muerte, muy impresionante. Uno, además, de ricos y famosos, que Polo entrevistaba a gente como si fuera de la revista Caras. También otro dedicado a los mataderos”, cuenta De Santis. En ese último, el entrevistado se pone a llorar, frente a Polo, cuando recuerda el momento que tiene que matar a los terneros.

      “Recuerdo particularmente el programa de la despedida de solteros, cuando el dueño de una cantina de La Boca se agarró a piñas con Polo porque el tipo se metía en todas las filmaciones y le tiramos harina”, rememora Birmajer.

      Por los programas, que se han convertido en un fenómeno de culto por YouTube, desfilaron decenas de historias. Como el hombre que buscaba oro en las cloacas de Buenos Aires, la búsqueda del loro que cantaba la marcha peronista, o la historia de la madre que perdió a su hijo en un naufragio.


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      Ella, esa madre, le dice a Polo: “Es una historia de nunca acabar, porque si pregunto a la gente que está metida en la navegación ninguno me va a responder cómo murió mi hijo, si murió en el mismo momento, a la 13.10 de la tarde, cuando se paró la radio y no hubo contestación. Todos los días 17 voy al puerto a llevarle flores a mi hijo. Es su tumba, no me queda otra. Hay momentos que uno quisiera llena todo el mar de flores”.

      Otra historia es cuando Polosecki entrevistó al entonces desconocido líder de Los Piojos, Andrés Ciro Martínez, que viajaba, literalmente, en el techo del tren. Se escucha narrar a Polo en la voz en off: “Otros prefieren viajar sin asientos, sin ventanas, sin puertas, buscan convertir cualquier trayecto en un viaje verdadero. A través de un peligro sin sentido quieren devolverle un sentido a las cosas. Andrés era el titular de una banda de rock. Llamaba a su modo de viajar: ‘El Surf de los pobres’”.  De esas experiencias surge la canción de Los Piojos, Ay ay ay.


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      En ese mismo programa, Polo habla con un maquinista que le cuenta el sitio donde se tiraban los suicidas. Ese fragmento audiovisual, por decisión de Polo, no fue puesto al aire. Ahí, en ese mismo lugar, se quitó la vida Fabián Poloscki el martes 3 de diciembre de 1996. Tenía 32 años.

      EL TRABAJO DE UN EQUIPO

      “Fabián se empezó a entusiasmar con el periodismo cuando lo llevaba a la redacción de Clarín, donde yo trabajaba como jefe de Gremiales: vio ese mundo del periodismo, los pasillos de la vieja redacción, donde nos quedábamos hasta tarde. Él tenía 15 años cuando me acompañaba”, recuerda Claudio Polosecki, su hermano, quien, en los primeros tiempos, trabajó en la producción de El otro Lado, y luego en la producción de El Visitante, en el último año.

      “Lo más interesante del programa de Fabián es que estableció un paradigma de lo que es escuchar a la gente, al protagonista, saber mirar, saber valorar el silencio. Fue una apuesta muy audaz en un canal muy oficial. El programa salió durante la gestión de (Gerardo) Sofovich, en tiempos donde el canal tomó un cariz netamente comercial. Sofovich, a instancias de Carlos Becerra, tuvo el olfato de poner ese programa. Nunca más se invirtió en la TV publica con un proyecto así”, dice Claudio a Clarín.

      Sostuvo, además, que aquellos dos programas propusieron “una cosa distinta, una manera diferente de abordar el periodismo, que fue apreciada por el público; hacía 5 o 6 puntos de raiting”. Y que trabajaban con muy pocos recursos técnicos: una Súper VHS con un solo micrófono corbatero. “Era todo muy dificultoso, se grababan varias muchas horas, era clave la labor de los investigadores. Era todo obra de un equipo”, remarca.

      Finalmente, al respecto de los programas televisivos que continuaron la estética de El otro lado y El visitante, Claudio opina que “es muy difícil imitar la búsqueda”, que hay una “falta la opción por encontrar nuevos puntos de vista”.  Y concluye: “Hay más de mi hermano en (la película) El Bonaerense de Pablo Trapero que en los programas que intentaron imitarlo”.

      LAS BUENAS HISTORIAS

      “A veces creo que siempre pregunto lo mismo y que me contestan básicamente lo mismo. Porque creo que, al fin de cuentas, casi siempre es lo mismo lo que nos preocupa a todos. Las buenas historias siempre tienen que ver con el amor, la muerte, el deseo o el miedo”, dijo Polo en una entrevista en noviembre de 1994.

      Quedan esas historias, esa postal de novela de Roberto Arlt, esa búsqueda, como un detective de la sensibilidad, de la mirada de los otros.


      Sobre la firma

      Daniel Mecca

      Daniel Mecca dmecca@agea.com.ar