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      La cultura gourmet no nos da tregua

      PASIONES ARGENTINAS


      Para los que no cocinamos ni pretendemos hacerlo, para los que creemos que el trámite de preparar un puré instantáneo ofrece el mismo nivel de dificultad que la resolución del teorema de Fermat, la tele se ha vuelto una fuente de humillaciones. A toda hora hay gente cocinando: hombres, mujeres, niñas, niños, todos felices con gesto Ingalls. Si lo que ofrece la pantalla es una representación de lo real, lo que nos está diciendo es: muchachos, búsquense un planeta. Pero también podría tratarse de una conspiración de fabricantes de aceites y mayonesas, ayudados por la pereza de productores que se copian unos a otros, por lo cual (atentos a esta denuncia) nos estarían vendiendo una enorme impostura.

      Ejemplo uno: los cupcakes, que no son más que las viejas magdalenas ahora entorchadas con cremas de colores radioactivos. Nadie, en verdad, quiere cocinar ni comer cupcakes: dan un laburo de locos, son caros, manchan los dedos, las cremas verdes no tienen gusto a nada, pierden en placer ante un modesto arrollado de dulce de leche... ¡pero nadie hace arrollados de dulce de leche por la tele!

      Ejemplo dos: un chef joven enseña una receta “rápida y rica” a partir de tres rodajas de pan y un montón de ingredientes que revuelve con desaprensión en una sartén. Tal vez el plato sea rico, sí, pero de ninguna manera rápido y, no nos engañemos, sólo se trata de pan con algo arriba, lo que podría ser fiambre y ya.

      Creo que habría que combatir la inflación gastronómica. Y regresar al mundo en que una “reducción de malbec” sólo podía significar la gratificante acción de terminar una botella de buen vino.


      Sobre la firma

      Horacio Convertini
      Horacio Convertini

      hconvertini@clarin.com


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