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      Eticismo y piñatas de campaña

      La aprobación en Diputados de la ley contra la corrupción empresaria dejó, asombrosamente, contentos a todos los negociadores. Novedades de campaña, dudas y cambios en el Gabinete.

      El Gobierno no le dará pausa a la discusión del régimen penal contra la corrupción empresaria. Cree que es la herramienta principal para arrinconar a la oposición. De la boca — o más bien de los whatsapps— del propio Mauricio Macri ha salido la orden de presionar para que haya luz e imprenta, porque la iniciativa pone en la mira a ex funcionarios que son candidatos de la oposición, como Sergio Massa. Su resistencia a apoyar la versión de la Casa Rosada es por su pasado como intendente de Tigre y las obras de Odebrecht. Esa trama salpica, de paso, a algún sindicalista con quien el propio Gobierno mantiene acuerdos para el control de la estatal Aysa. También cree Massa que el jaleo de esa marca brasileña esmerila al peronismo delasotista en Córdoba, adonde Cambiemos pelea cabeza a cabeza con el oficialismo local. En el área presidencial están convencidos de que José Manuel de la Sota prefirió bajarse de la tarima de una candidatura a diputado nacional.

      Arrinconar al peronismo en el Senado

      El trámite de la votación en Diputados es una radiografía del clima que vive la colectividad política por los compromisos de campaña. ¿Por qué aceptó el oficialismo que se votase un proyecto descremado de responsabilidad penal empresaria? Porque cree que es mejor a que no haya ninguno. ¿Entiende el público las finezas jurídicas de ese régimen? No, pero sí percibe los gestos y movimientos de las fuerzas políticas, que para prevenirse de la foto equivocada se hundieron en una negociación que no dejó a nadie afuera. Si el proyecto busca escrachar a los ex funcionarios representados hoy en la oposición ¿por qué se sentaron a negociar la nueva versión que fue al Senado? En el bloque de Cambiemos creen que fue algo deliberado para plantar ambigüedades y contradicciones en el texto, de manera que el Senado lo desfigure aún más y lo devuelva a Diputados, con lo cual no habrá proyecto hasta el año que viene, por la parálisis legislativa que sobrevendrá hasta octubre.

      Eticismo vs. moral ligera

      Uno de los puntos a revisar es la no especificación de los delitos, que hace el artículo 1° o la polémica declaración de imprescriptibles para los delitos de corrupción. Este instituto existe para perseguir ladrones, pero también para asegurar la defensa. “¿Y si me vienen a buscar por lo que voté como concejal hace 30 años, qué hago?”, se escuchó en la negociación. Otro: “¿Y si un gobierno me inventa causas que nunca cierran para tenerme en el horno durante veinte años?”. Maquiavelismo de pasos perdidos, porque cada cual tironeó para su lado: el Gobierno para exhibir los deslices de la virtud ajena, los peronistas no cristinistas para no quedar del lado de los malos, y los cristinistas para empiojar el texto de manera que, aun rechazándolo, termine todo en la nada. Si hubiera que buscar un lema a esta conducta, hay que echar mano del léxico papal. Es lo que Francisco ha llamado en varias oportunidades, “la enfermedad del eticismo”. La sobredosis de eticismo que inunda la campaña es la contraparte de las lindezas de los políticos que se mueven con “una moral ligera, vale decir, andar con gitanos alegres (...) y andar con suavidad y con desenvoltura de fumador de opio” (Raúl González Tuñón, poema). Esa confrontación posterga todo lo demás. Y pone a la política en un punto crítico porque los políticos se juzgan no por lo que dicen o hacen, sino por lo que son —o creen que son.


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      Por qué festejaron todos

      El trámite de la sesión volvió a ser un retrato de cómo buscaron un acuerdo en que cada cual sirve a su propio medro. Y de cómo lo lograron, y por eso festejaron todos. Convocó a los mejores talentos de cada bancada, que trabajaron con rigor en defensa de su racionalidad, más allá de que esa racionalidad sirva al interés público. Los actores de esa negociación que duró 48 horas entre lunes y martes movilizaron al lilista Fernando Sánchez, que ya se reparte entre su despacho del anexo de la Cámara de Diputados y el área presidencial adonde asumirá tareas en el nuevo formato del Gabinete, Nicolás Massot (Pro), Gabriela Burgos (UCR), Mónica Litza (massismo), Javier David (justicialista de Juan Manuel Urtubey), y Diana Conti, cristinista extrema. Pese a que la discusión duró dos días y terminaron con la cabeza quemada y el hígado estragado por los litros de café, eso no impidió el tumulto en el debate.

      Cuestiones de privilegio

      Se notó en el oficialismo la ausencia con aviso de Mario Negri, en quien el interbloque de Cambiemos sindica la táctica. Éste quedó en manos de Sánchez y Massot, a quien Carrió les tomaba examen en público, entre risas y veras, hasta con apelativos que en otro momento hubieran motivado cuestiones de privilegio. El “boludos” de Lilita era para ellos, enmendado con otras frases muy Carrió como “Los amo, son divinos”. “Le acaba de decir boludo al diputado Sánchez”, se indignó en vano Cecilia Moreau. Para ellos también fue otro dardo: “No quiero recibir más la tutela de los señores jovencitos del interbloque Cambiemos, porque de lo contrario tendré que dejar de ser candidata a diputada”. Un clásico desmarque ante los propios, que le temen más que los opositores. ¿A qué se refería? A que la ausencia de Negri la obligaba a quedarse en la sesión para sostener al trío Burgos-Massot-Sánchez. “¡No puedo salir ni a fumarme un cigarrillo!”, se quejaba entre risas.

      Macri lanza campaña y gabinete

      Con este clima esperó el oficialismo a Macri a su regreso de Hamburgo. El viernes empieza la campaña electoral y en la noche previa del jueves, el Presidente estará en la cena de camaradería de los militares con los cambios de Gabinete ya resueltos. Ante las Fuerzas Armadas presentará a Oscar Aguad—a quien en su provincia llaman cariñosamente “El milico”— como reemplazo de Julio Martínez, que va de candidato a senador por La Rioja. Para ese día tendrá ya el reparto de nuevas funciones según el formato ya conocido y sobre el cual, en las últimas horas, debió despachar alguna internita. Por ejemplo, si Héctor Huici seguirá siendo secretario de Comunicaciones debajo de Andrés Ibarra (Modernización), quien ha peleado por poner gente propia en esa área. También si el premio a Jorge Macri de manejar la Secretaría de Vivienda será del agrado de María Eugenia Vidal, porque el multifuncionario quiere seguir siendo el presidente del Grupo Bapro. El tucumano Domingo Amaya pasa de Vivienda a Asuntos Municipales para reemplazar a la chaqueña Aída Ayala y montar cerca de Rogelio Frigerio la ventanilla de intendentes del PJ que el Gobierno quiere comprometer para la pelea del 2019. Le costó también quitarle al NOA la conducción del Plan Belgrano para dársela al NEA en cabeza del delegado de Ricardo Colombi, el “Mono” Carlos Vignolo. En Yacyretá los cambios van en cámara lenta. Humberto Schiavoni tomará licencia sin sueldo hasta las PASO y si tiene que hacer la campaña para senador por Misiones recién entonces renunciará. Macri tiene un mes para encontrarle un reemplazo. En el loteo de cargos Yacyretá es para los misioneros, y lo quieren los renovadores de esa provincia, que han virado del cristinismo a un plan canje con el macrismo de votos en el Congreso, a cambio de fondos para la provincia.

      Política de reparto

      Hay más piñata, porque quedan varias embajadas bombón para repartir, pagando adhesiones hoy muy discretas de aliados de Cambiemos. La percepción del oficialismo es que el peronismo se prepara para converger en un núcleo acuerdista, sindicado en lo que hoy representan Miguel Pichetto (bloque FpV del Senado) y el grupo Savoy encabezado por Juan Schiaretti, la decena de gobernadores que negociaron Ganancias en diciembre pasado. Según una evaluación primaria del búnker de campaña macrista, en las listas de candidatos del peronismo hay una declinación de postulantes ligados al cristinismo, y dominan los delegados de los gobernadores. Con ese panorama el clima pactista para las leyes necesarias del Gobierno, y la renegociación de todo el sistema fiscal que vende a fin de año (emergencias, bonos del acuerdo fiscal de 2002, reparto de la ley del cheque, etc.) parece alentador. En el Senado, la cámara más amenazada por la llegada de Cristina de Kirchner, ésta promoverá una división de la bancada peronista que puede arrastrar entre 7 y 8 senadores. Pero en la renovación total, el cristinismo perderá la mitad de los senadores que hoy tiene. Con eso se asegura el oficialismo —minoría en esa cámara— que la presidencia provisional del Senado siga en manos de un hombre propio: hoy Federico Pinedo. Ya ocurrió en 1983 que un presidente tuviera el cargo con un hombre de su partido, siendo minoría. Y en 2015, cuando el peronismo ya había perdido las elecciones, Cristina apoyó el mismo criterio que Vicente Saadi en 1983, que ungió en esa función a Édison Otero.


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      Sobre la firma

      Ignacio Zuleta
      Ignacio Zuleta

      Periodista y consultor político