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      Desolador clima político por las malditas PASO

      En el oficialismo, el análisis del funcionamiento de las PASO fue demoledor. En el Congreso se analiza cómo seguir con el tratamiento de la ley para la responsabilidad penal de las empresas. Optimismo radical.

      Desolador clima político por las malditas PASOEmilio Monzó, titular de la Cámara de Diputados, está preocupado por la influencia de los tuits en las sesiones. Foto: Diego Díaz

      Desolador el clima político que ha generado ya el cierre de listas para las PASO, para el oficialismo y la oposición. No disciplina a los traidores, ni genera debate, que son los otros justificativos para tan extravagante método de alejar más al público de las oligarquías partidarias. Tampoco han servido para ordenar el tablero político. Es apenas una escribanía de habilitación de candidatura. La mesa de entradas más cara del mundo. La prueba está en la sesión del miércoles de Diputados, en donde chocaron los dos impulsos contrarios en una campaña: la estrategia y el marketing. La estrategia oficial era promover la ley de responsabilidad penal empresaria como una forma de contar con el instrumento que saque de la parálisis a los proyectos envenenados por décadas de corrupción, como los que están ligados al escándalo Odebrecht. El marketing le sirvió para forzar el dictamen de comisión la semana anterior y para que la oposición diera el quórum para esa sesión. El soft-peronismo -Frente Renovador, bloque Justicialista- no podía resistir el escrache si no daban el número para el debate. Terminó triunfando la estrategia de la oposición de voltear la iniciativa. Se dio cuenta rápido Emilio Monzó cuando, aprobada en general, el proyecto pasó al voto en particular de cada artículo: recibió un voto negativo que le quita a la norma el objeto y la inhabilita totalmente. Astuto, el presidente de la Cámara promovió un cuarto intermedio, abrazado a Elisa Carrió y Graciela Camaño y atizado por el renovador Julio Raffo y el “justicialista” Pablo Kosiner. Integran todo el arco de los normales de la Cámara.

      Los tuits manipulan a los diputados

      “Ya no se puede legislar con el clima político que hay en el Congreso”, le explicó Monzó a la mesa de coordinación de Gabinete el jueves por la mañana. El clima que creó el cierre de listas de las PASO aflojó, según ese informe que escucharon Mauricio Macri, Gabriela Michetti, Ernesto Sanz, Marcos Peña, Mario Quintana y Gustavo Lopetegui, hasta las defensas del oficialismo. Hubo reproches del informante por el empeño de los propios en el debate, con unas pocas excepciones como las participaciones cargadas de sarcasmo de Elisa Carrió sobre la ausencia de Julio de Vido y los cruces de Fernando Sánchez y Mario Negri con una exaltada Graciela Camaño. Además -explicó Monzó a esa mesa chica– “cuando presido estoy en realidad manejando dos sesiones. Una es la del recinto, la que todos ven, y otra, la que transcurre por las redes sociales”. Apenas arranca el debate, los diputados atienden más a los tuits que los bombardean con mensajes que se viralizan y que empiezan a conducir su conducta en la sesión. Esa andanada de mensajes presionó al massismo a dar el quórum. Sánchez, jefe del bloque de la Coalición, había viralizado un video criticando a la oposición por no concurrir a las comisiones que debían habilitar el proyecto. Camaño le respondió, tratándolo del “diputado del videíto”. En un desacierto táctico, el oficialista Eduardo Amadeo colgó un tuit que acusaba a los renovadores de poner palos en la rueda. Sucedió justo cuando el bloque de Sergio Massa, que llegó tarde, dio el número para abrir el debate. “¡Diputado tuitero!”, le reclamó Camaño.

      Cuando el marketing le gana a la estrategia

      Si para el miércoles, cuando se reanudará la sesión, el Gobierno no tiene negociada la resurrección del artículo 1°, habrá sufrido un cataclismo: haber aprobado una ley en general -por la presión del marketing sobre la oposición- pero que se la rechacen en particular -una derrota estratégica. La oposición kirchnerista rechaza la ley en bloque porque entiende que la intención del oficialismo es aprobar los artículos 5° y 37° que permiten que las empresas que, como Odebrecht, hayan tenido sanciones penales en su país, puedan ser inducidas a hacer acuerdos administrativos para continuar con sus negocios en el país. En esos acuerdos deberían revelar datos que no se conocen sobre quiénes pudieron recibir propinas (así les llaman en Brasil), empresarios y funcionarios. Los renovadores no están tan resueltos a rechazarla y tienen un proyecto de minoría que les gustaría imponer, ante la debilidad del oficialismo, y que argumentan es más duro que el de Cambiemos. El oficialismo cree que, si la ley es muy dura en sanciones, se hará de imposible cumplimiento, una forma de ilusionismo penal. Por eso tratará de negociar la aprobación en particular en las horas que restan hasta el miércoles.


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      El peronismo no k en un cono de sombra

      Los renovadores tienen un síndrome más comprensible, que explica la virulencia de los discursos de Graciela Camaño, la demora de Massa en aparecer en la sesión y, más ilustrativo aún, la conducta corporal y facial que este demostró en las cámaras que transmiten esos episodios: estaba logrando, y logró, sacar del recinto esta discusión, pero el gesto de enojo y frustración era como si hubiera sido derrotado: si las cosas son como dicen las encuestas, y presumen todos los analistas, la disputa por la senaduría de Buenos Aires estará entre Cambiemos y la liga de Cristina de Kirchner. Eso arrastra a un cono de sombra al peronismo anti-K que construyó con éxito Massa en las elecciones de 2013 y 2015 y el que intenta tejer ahora Florencio Randazzo. Lo más probable es que queden rezagados en la pelea por la senaduría, y se vayan a la casa hasta nuevo aviso. Massa termina su banca y Randazzo no tiene ni eso. En esa franja del peronismo hay en estas horas una corrida política que puede llevarlos al default electoral.

      Radicales festejan

      También hay ruido de fronda en el oficialismo, y por eso la sobreactuación del viernes con la foto y los mimos en Olivos para los aliados. El mejor diagnóstico del radicalismo -el que defiende una mesa informal en la que hay que anotarlos a Gerardo Morales, Jesús Rodríguez y Ernesto Sanz- sostiene que en 16 provincias, sobre el total de 24, los radicales encabezan las listas de diputados nacionales, y que en 4 de 8 que eligen senadores también están arriba en las listas. Esa perspectiva, discutida entre paredes muy discretas en la semana que pasó, agrega que en estas elecciones puede haber buenas performances del radicalismo en Santa Fe, Córdoba, La Rioja, Santa Cruz y Tucumán, que exaltarán a dirigentes como José Corral, Ramón Mestre, Julio Martínez, Eduardo Costa o José Cano a candidaturas a gobernador en 2019. Para un partido que en 2015 apenas lo tenía a Ricardo Colombi en Corrientes, es un horizonte esperanzador. Este lote, sumado a Alfredo Cornejo de Mendoza y alguno más, ofrece un cambio generacional impensado hace tres años. En sus charlas, Ernesto Sanz ilustra rumbos diferentes en una y otra fuerza: el Pro construyó poder desde arriba, sin proyección territorial, pero montándose en la alianza del ballotage. La UCR, en cambio, camina el rumbo contrario: construye poder desde abajo y para un futuro que llegará: el de disputarle al poder al Pro -un partido sin proyección territorial- dentro de Cambiemos.

      Carrió sobrepagada

      Elisa Carrió se adelantó a desmarcar ante sus aliados del Congreso del resultado del cierre. Éstos creen que el Gobierno le ha pagado a Lilita en candidaturas más de lo que merece, por temor a que estallen las disidencias.

      Eso presume algo que los radicales no dirán en público: creen que el Pro es una fuerza apretable, por Carrió, por los empresarios, los sindicatos, las organizaciones sociales, etcétera. Por eso han preferido cambiar extorsión por la lealtad que han sacrificado en los altares de la alianza. Eso puede generar retaliaciones, como por ejemplo reflotar la idea de que la UCR abandone el Interbloque con el Pro y la Coalición, y negocie con la casa de Gobierno cada proyecto de ley. Como Lilita Carrió los quiere a los radicales - es una de ellos-, trata de amortiguar estas rispideces. Por eso les dijo en voz alta en la Cámara a los radicales: “A mí me tienen que saludar, porque no tuve nada que ver con la designación de Fernando Sánchez en la jefatura de Gabinete. Es una decisión personal de él y yo estaba de viaje”.


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      No puede ocultar la euforia por la exaltación del actual jefe del bloque a una posición de mando en el área presidencial. Aún no se conoce qué cargo tendrá, pero negoció esta semana sus funciones. Tendrá bajo su responsabilidad, por lo menos, la vigilancia de dos ministerios, y la de algunos temas, de manera transversal, en todas las carteras, además de la función principal de mejorar la relación entre la mesa de los CEO y el ala política. ¿Fechas? O el 14 de julio o después de las elecciones. Si fuera por Quintana, que promueve esa exaltación, que sea ahora. Pero si Fernando Sánchez deja la banca, pasa a un propia tropa, Adrián Ramos, que tiene un cargazo en el grupo Bapro y no lo va a dejar por un mandato de seis meses. Sigue una socialista. O sea que todo depende de si el clima en el Congreso le permite a Cambiemos sacrificar el número que hoy tiene y que usa para guerras amargas como la del miércoles.


      Sobre la firma

      Ignacio Zuleta
      Ignacio Zuleta

      Periodista y consultor político