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      Hasta la sonrisa, siempre

      Más de 100 días de cuarentena hacen temer que el distanciamiento sea una nueva forma de vida. Acostumbrarse a la fragilidad empobrece.

      Hasta la sonrisa, siempreJuntos. Una familia de San Miguel que realizó sus propios barbijos, sonríe con la mirada.

      “Cuídense mucho!”, dice el whatsapp de una amiga que llega en segundos desde Europa, donde han comenzado a disfrutar, casi como si se tratara de la misma cosa, del final de la cuarentena y del comienzo del verano, esa estación que siempre huele a mar. Todo, cumpliendo el distanciamiento y con tapabocas, claro, pero libres bajo la luz de julio, señal de vida.

      "Extraño el sol de Buenos Aires", me escribe otro amigo, varado en Montevideo, donde el sol debe ser bastante parecido al de esta ciudad. Pero semejante no es igual ni alcanza cuando uno extraña, ¿no?

      A mí me falta la gente. Las charlas de café. Compinches, hermanos, sobrinos, mi mamá. Los íntimos a los que la pandemia nos obliga a cuidar, consolar y contener, paradójicamente, a distancia. Como si esta experiencia se empeñara en enseñarnos, en la adversidad, el valor de la perspectiva que permite mirar de otro modo lo conocido y publicita las virtudes de la lejanía (aunque sea legítimo dudar de lo virtuoso de cualquier exceso).

      En estos más de 100 días de confinamiento he temido que el virus circulando entre nosotros sumado a la insuficiencia del sistema sanitario operen de facto un cambio de paradigma vital. Un giro impuesto en nuestros cuerpos y psiquis como una cicatriz, la memoria de una larga herida.

      Que esto sea ya una forma de vida -embarbijados, a dos metros y sin tocarnos por precaución-, el modo restringido en el que usaremos el espacio público hasta que la vacuna sea real, mientras rogamos que otro coronavirus no se desate y nos obligue a volver a foja cero. Acostumbrarse a esa fragilidad sería empobrecernos.

      La poeta chilena Gabriela Mistral (1889-1957), recibió el Premio Nobel de Literatura en 1945.La poeta chilena Gabriela Mistral (1889-1957), recibió el Premio Nobel de Literatura en 1945.

      Recuerdo entonces, a modo de amuleto o pararrayos el verso de una copla de la poeta chilena Gabriela Mistral: "¿Cómo eras cuando sonreías?", que auspicia en el mismo gesto la nostalgia de un tiempo amado y la hoja de ruta de un plan para resistir desde el deseo, hoy, cuando en la calle no hay labios sino mascarillas: Hasta la sonrisa, siempre.


      Sobre la firma

      Raquel Garzón
      Raquel Garzón

      rgarzon@clarin.com

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