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      Freno al reajuste de los balances, otro acuerdo con el peronismo

      Novedades. La necesidad tiene cara de hereje y el acuerdo para no revaluar los balances garantiza fondos para las provincias. La caída de un argumento contra los cuadernos y el nacimiento de liderazgos y fracturas post aborto.

      Freno al reajuste de los balances, otro acuerdo con el peronismoGrietas. La discusión parlamentaria por el aborto no sólo generó divisiones en la sociedad. Al interior de los partidos, también provocó nuevos liderazgos y discusiones, tanto entre los que estaban por el SI, como por el No.
      12/08/2018 00:00

      Es explicable la reticencia del Gobierno por apurar conclusiones sobre los efectos de la victoria del No al aborto en el Senado. En la reunión de coordinación del jueves, pocas horas después del 38 a 31, Mauricio Macri habilitó apenas unos minutos para el comentario de la rueda sobre ese final. Los comentarios no sobrepasaron las convencionalidades del tipo “es un triunfo de la democracia” y otras fruslerías de ocasión. La mesa pasó rápido a las angustias de la jornada, el dólar, el riesgo país, tensiones que ocupan el ánimo de la cúpula. “Está ansioso”, dijo uno que mira todo por ahí sobre el ánimo presidencial. Esa agenda motivó algunos cambios, como la suspensión de un almuerzo que iba a tener el viernes Marcos Peña con el comité Córdoba de Cambiemos. Iba a aprovechar una visita con Oscar Aguad a la fábrica militar de aviones. Pero quedó para otro momento. En esas horas era mejor dedicar tiempo a repasar el reto del proyecto de ley de suspensión de la fórmula de reajuste de balances por inflación de las empresas —adelanto de esta columna—. Lo firman Luciano Laspina y Nicolás Massot y busca evitar que se dispare la repetición en otros ejercicios de ese reajuste —reclamado durante años por las empresas— revaluó que permite que las empresas paguen menos impuestos. En la reforma fiscal se estableció que el reajuste ocurriría siempre que se supere un aumento del 100% del IPIM (Índice de precios al por mayor) acumulado en los 36 meses anteriores al cierre del ejercicio que se liquida. Se agregó una cláusula de transición que en el primer ejercicio, dicho índice no superara el 33,33%. Si eso se activa, por los números tan altos de inflación que ha dado el Indec, el costo fiscal para el año que viene, por el pago de menos impuestos por ese ajuste, será de $75.000 millones, que implica una reducción de la coparticipación a las provincias de $42.495 millones. Los economistas de la mesa del peronismo federal negociaron por lo bajo con el Gobierno el cambio que tratará el Congreso desde el lunes. Establece, según un nuevo formato, 1) el cambio del IPIM por el IPC (Indice de precios al Consumidor, que da menos que el mayorista IPIM, 2) antes se disparaba si el IPIM llegaba al 33% en 2018 o 66% acumulado en 2019. Ahora será 40% en 2018 o 30% sin acumular en 2019.

      Empresarios y oposición: encuadernados y con las defensas bajas

      Es una noticia dura de dar ante los empresarios, pero esa colectividad está apichonada y retrocede en sus demandas al Gobierno a medida que la Justicia va aplicándoles el libreto que urdió, laboriosamente, el chofer inteligente del valijero Baratta. No es concebible que los hombres de negocios se detengan en ese cambio del reajuste que les impedirá pagar menos impuestos, frente al conocer que se proyecta sobre ellos, ya como una corporación. De la misma manera que tampoco es concebible que el peronismo racional, el que tiene responsabilidades de gobierno y que está representado en la liga de gobernadores y en los bloques federales del Congreso, resista mucho las presiones de Olivos para cerrar un presupuesto 2019 sin chistar demasiado. El ventilador es un camino de ida. La pasión verbal de los últimos declarantes —como la del ex jefe de Gabinete Juan Manuel Abal Medina — descalificó la respuesta que había intentado esgrimir el cristinismo en defensa del anterior gobierno. Esta tribu insistía hasta que se conoció la declaración de Abal, que se trataba de una patraña electoralista. El ex jefe de Gabinete es el primer funcionario que admite haber recibido dinero. Falta encontrar al ex director de Yacyretá Oscar Thomas, que estaba al frente del único organismo estatal que figura en los cuadernos como entregando dinero al valijero. Las demás son empresarios privados. Por eso la línea Yacyretá-Jefatura de Gabinete crearía el nuevo agujero de mercado, la propina entre oficinas públicas, no ya coima entre privados, que es como De Vido había calificado algunos casos como Skanska. Otra: durante el juicio a Menem & Co. por el caso armas se discutía si el Estado podía ser contrabandista. Ahora podrá discutirse si el tráfico intergubernamental de propinas es delito o transferencia mansa de partidas. Va a ser lindo.

      Nacen el partido verde y el partido celeste

      La reticencia en la evaluación de lo que ocurrió en el debate sobre el aborto responde también a la complejidad desconcertante que tiene el episodio para todos sus protagonistas. Es uno de esos acontecimientos cuya dinámica ha superado la capacidad de control de sus protagonistas. El resultado final muestra un retablo inquietante para un gobierno que tiene problemas que parecen económicos, pero que nacen de la política, proveedora de la certidumbre que alimenta los procesos económicos. El mapa político ha sido rediseñado a partir de nuevas bases ideológicas y nuevos liderazgos. Es previsible que esos cambios transformarán el entramado partidario que tiene que ir a elecciones dentro de un año —agosto de 2019, PASO en todo el país. El debate sobre el aborto ha dado nacimiento a dos nuevas formaciones, el Partido Verde y el Partido Celeste. Falta saber qué grado de consolidación tendrá de abajo hacia arriba. Que nadie se sorprenda de que en todo el país nazcan agrupaciones Verde y Celeste dentro de los partidos tradicionales que participarán de las internas defendiendo el rol que descubrieron, sin esperarlo, en este debate. La novedad de esta conversación que ha dominado la atención pública desde febrero, cuando se disparó la discusión en el Congreso, es que le ha puesto algo de ideología a la política. Algo que parecía del pasado. Los Verdes, arrastrados por las chicas del pañuelito, empujaron la victoria del Sí en Diputados en una manifestación impensada que está ligada al aborto en sí, pero que suma componentes tanto o más movilizadores como el rechazo a la autoridad, al poder, a los mecanismos insoportables de la sociedad del control, y a la defensa de la libertad en donde pude reclamársela desde los fueros personalísimos e indelegables. Los Celestes, también conducidos por organizaciones de jóvenes, despertaron una defensa de la fe que también parecía del pasado. Son la otra sorpresa y la prueba de que es algo que va más allá de la bandera del aborto, es que en la Argentina ya hay aborto legal, con condicionantes, desde 1921 y seguirá habiéndolo. Quizás el aborto haya sido lo adjetivo de un debate sustantivo que toca otras capas de la vida colectiva en la Argentina del fracaso permanente, de la crisis de representación política y también de la opulencia. Tanta contabilidad de chofer, tantos millones en tráfico perpetuo demuestran que si algo sobra en la Argentina es la plata. Vuela en bolsones porque la hay.

      Estallaron los liderazgos

      Ninguna de esas tribus se perderá la oportunidad de darle una articulación partidaria a la experiencia y de eso deberán hacerse cargo los partidos, que han quedado fracturados del todo en el debate. Entre las lindezas dialécticas del formoseño José Mayans, protagonista del discurso más punzante en favor del No, figura esa constancia. Le reprochó a Gabriela Michetti que repartiera el tiempo de los oradores según fueran jefes de bloques partidarios o senadores rasos. “Los cierres tenían que haber sido acordados en Labor Parlamentaria —sugirió el socarrón Mayans—, porque acá los presidentes no representan a sus bloques. Hay bloques donde los presidentes son negativa absoluta. No tienen consenso. Entonces acá no se puede hablar de representación del presidente. Tiene que ser uno y uno en forma proporcional en los tiempos (…) Sin dar nombres quiero decir que hay gente que vos suponés que es imposible que se pongan de acuerdo. Ahora están de acuerdo en esto. Uno lo ve por los comunicados de cada uno. Vos decís: este no quiere a este otro, quedate tranquilo porque nunca van a lograr consensuar. Y ahora uno ve que se ponen de acuerdo. Te dicen: guarda que este se puso de acuerdo con este”.

      Otra novedad: escuchar a los votantes

      Esta transversalidad aporta otro cambio al mapa político: varios senadores votaron no ya por sus convicciones sino respondiendo a lo que sus votantes les reclamaban. Eso alimentó el triunfo del No y es el caso del salteño Juan Carlos Romero en el peronismo o de Ángel Rozas del Chaco. Es novedoso esto de que los legisladores reparen en qué les reclaman sus votantes en un país en donde los dirigentes parecer saber qué representan, pero no a quién representan. Es una consecuencia de la crisis de los partidos, que se remonta a la década de los años 90 por obra de dos liderazgos declinantes. El de Carlos Menem hizo saltar los bulones del peronismo cuando buscaba su tercera reelección. El de Raúl Alfonsín acorraló al radicalismo: intervino todos los distritos de la UCR que rechazan el Pacto de Olivos y dividió otra vez al partido. Rozas exhibió las disidencias de su partido, socio de Cambiemos en el oficialismo En la reunión del Interbloque previa a la sesión, el cordobés Ernesto Martínez —fino defensor del Sí— lamentó en defensa de su posición: “Aquí se va a demostrar que el Papa tiene más votos que el Presidente de la Nación”. Juan Carlos Marino, radical por No, había dicho que plantear este tema había sido el peor error de su gobierno. Rozas terció, enojado como siempre: “Yo voto por el No, y a mí no me ha llamado el Papa”.

      Ganaron, aunque heridos, Macri y el Papa

      Este oficialismo dividido es el que tiene que asegurar la gobernabilidad hacia adelante. Si se mira el final, ganó el papa Francisco, pero le votaron en contra sus referentes políticos más cercanos, como el sindicalismo cegetista que representa Guillermo Pereyra, y Cristina de Kirchner. También ganó Macri porque dijo que estaba en contra del aborto. Pero desató demonios difíciles de controlar. Y enojos que será difícil de reparar y que alimentará hacia adelante la articulación partidaria de este debate. Por ejemplo, el de Ricardo Gil Lavedra, que tronó en la madrugada de la votación, contra sus propios correligionarios: “Creo que soy una persona tolerante, me esfuerzo en serlo porque el pluralismo es la esencia de la democracia, pero a esta altura del debate seguir escuchando imbecilidades, pensamientos retrógrados y medievales, es sencillamente insoportable” (rabieta por Twitter). Se abrazaba a la posición de Miguel Pichetto, de un anticlericalismo conmovedor. Lo defiende como programa del futuro, pero se respalda en el liberalismo del 80, del Roca que expulsó al Nuncio Luigi Matrera en 1884; gesto que sigue gustándole al rionegrino que cree que el aire ambientalista de la encíclica “Laudato Si” es el estatuto que condena a países como la Argentina al atraso de la economía pastoril.


      Sobre la firma

      Ignacio Zuleta
      Ignacio Zuleta

      Periodista y consultor político