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      El Covid-19 y la economía global: de cisnes negros, murciélagos y águilas

      El Covid-19 y la economía global: de cisnes negros, murciélagos y águilasFotografía de Dorothea Lange. El sueño americano al borde del abismo. Los años de la Gran Depresión en el siglo pasado (1930's), evocados en la actualidad por la pandemia del Covid-19.

      El mundo y nuestras vidas han cambiado profundamente desde la explosión de contagio internacional de la pandemia del Covid-19, con una pérdida trágica de una gran cantidad de vidas y el confinamiento sanitario simultáneo de mitad de la humanidad. La velocidad y escala mundial de su expansión, y la no disponibilidad de vacuna y terapia, hacen necesarias cuarentenas y medidas de distanciamiento social para contenerlo y “aplanar la curva” de contagios, resultando en un rápido y profundo freno de la actividad económica global.

      Transitamos un “freno abrupto global generalizado” sin precedentes en la historia mundial, en la producción y los flujos internacionales de comercio de mercancías y servicios, capitales y personas (ampliando el concepto de ¨sudden stop¨ en el flujo de capitales de Guillermo Calvo). Freno para contener una crisis global sanitaria inédita y con considerable incertidumbre acerca de su evolución. Constituye un shock de oferta que se trasmite a uno de demanda y con riesgo de espiralización. Como diría Keynes, enfrentamos una “incertidumbre radical” sobre su impacto en la economía así como en nuestras vidas.

      Algunos analistas lo asimilan a la teoría de “cisne negro” de Nassim Taleb (2007) que describe acontecimientos improbables, singulares, sorpresivos, y con impacto extremo en economía, finanzas y política, como la Primera Guerra Mundial y los atentados del 11/9/2001. Pero Taleb afirma que la pandemia es un “cisne blanco” y no negro, porque es predecible. Él advirtió sobre este riesgo, así como Barack Obama, Bill Gates, y Angela Merkel en G20, cuando la crisis del ébola amenazaba. Por ello, otros la califican como “rinoceronte gris”.

      Alternativamente, proponemos conceptualizarla como “murciélago negro”. Más allá de si se originó en China por una transmisión del virus del murciélago al humano, porque, metafóricamente, al volar de noche son difíciles de divisar. El riesgo era probable pero difícil de predecir su exacta ocurrencia y de prepararse frente a un virus desconocido. Es singular, sorpresivo y con impacto extremo, y suma características distintivas: incertidumbre radical sobre su evolución, velocidad, simultaneidad y escala global. Es el primer “murciélago negro” de la globalización: nos sobrevuela a todos.

      Los factores determinantes de su evolución son, en primer lugar, la epidemiología del virus, su nivel en cada país, la eficacia de la contención y el eventual desarrollo de terapia y vacuna, todo lo cual es difícil de pronosticar. El mundo no vencerá la guerra contra el Covid-19 si no la vencemos sanitariamente en todos los países.

      En segundo lugar, las respuestas de los gobiernos son determinantes, aunque no siempre suficientes. Los gobiernos están otorgando un apoyo excepcional, fiscal y financiero, a poblaciones vulnerables, familias, empresas y sistemas financieros, pero la capacidad de los países en desarrollo es limitada.

      Por ende, es necesaria una respuesta internacional económica coordinada, en especial, hacia los países en desarrollo que tienen poco espacio fiscal y están sufriendo una caída abrupta de sus ingresos y grandes brechas de financiamiento.

      Esto agrava la incertidumbre sobre la evolución sanitaria y económica mundial. En los países en desarrollo, la pandemia agudiza crisis preexistentes, como en Argentina, o resulta en crisis múltiples: sanitaria, económica y financiera, que se precipitan y empeorarán por: caída en los precios de las materias primas, salida masiva de capitales (y presiones cambiarias), freno abrupto generalizado en producción (y empleo), comercio internacional y flujo de personas (y de remesas). Esto acrecienta el riesgo de un rebote negativo y de desencadenar una nueva crisis financiera mundial.

      El FMI proyecta un crecimiento negativo para la economía mundial de -3% en 2020, la peor recesión desde la Gran Depresión, con caídas del crecimiento per cápita en más de 170 países. Este escenario base supone que la pandemia y la contención llegarán al máximo en el 2º trimestre y retrocederán en el 2º semestre de 2020.

      Si la pandemia se prolongara, el PIB mundial se contraería un 3% adicional. En 2020, para Argentina el FMI proyecta una caída del PBI de 5,7% y CEPAL una de 6,5%, de 5,2% en Brasil y 5,3% en América Latina. La OMC proyecta una caída del comercio mundial de 13% y 32%, en escenarios menos y más adversos.

      Para aventar lo peor, se requiere una pronta respuesta coordinada global a fin de amortiguar la caída libre, particularmente, en los países en desarrollo. El G20 puede concertar dicha respuesta y por ello enfrenta un desafío épico de gobernanza y credibilidad. Argentina debe contribuir y lograr una solución negociada para reestructurar la deuda externa y no quedar aislada.

      Las crisis conllevan oportunidades de cambio. Ésta acelera la digitalización y la innovación científica y tecnológica. También, evidencia que la salud pública y un planeta ambientalmente saludable son bienes públicos globales que deben proveerse para proteger la vida, la economía y la convivencia en paz. Las águilas, depredadores de murciélagos, nos señalizan que debemos volar más alto.

      Beatriz Nofal es economista y consultar. Ex subsecretaria de Industria y Comercio Exterior


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      Beatriz Nofal
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