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      El Gobierno paga caro por lo que ya tiene

      El Gobierno paga por errores que no comete, pero que demuestran falta de pericia política. Sucede con el caso del 2x1 y con la reunión promovida por el Episcopado para reconciliar víctimas y victimarios.  

      El Gobierno paga caro por lo que ya tieneOptimista: el Jefe de Gabinete, Marcos Peña, mostró encuestas con recuperación de la imagen positiva de Macri. Foto: Lucía Merle

      Se pregunta el mercado por qué el Gobierno paga caro por productos que ya tiene. Tiene virtualmente ganada la elección legislativa de este año en la Capital Federal y paga fortunas por el caso Lousteau, que se le para enfrente y los acusa de no admitir que temen una derrota y que se incumplen los protocolos de Cambiemos. Es el costo de eludir de las decisiones el factor político, algo inmaterial que no se puede medir en los tableros de resultados mercantiles. Es lo que aportan los políticos, esos ilusionistas que hacen el mundo desaparecer (María Elena Walsh). Ese mismo gobierno tiene una política de derechos humanos de baja intensidad; prefiere navegar sin luces en un tema que sabe que es de la oposición y de las izquierdas. Pero la falta de política se come el costo del fallo de la Corte que habilita el 2 x1 para los delitos “de lesa” (como simplifican los abogados) y los efectos de la cumbre de los obispos para discutir la reconciliación entre los dos demonios de un pasado infernal. Vuelve aquí a pagar caro por lo que ya pagó. Sus adversarios los acusan, sin darle espacio a la respuesta, de promover estos episodios que les impiden festejar logros. Dedicó Macri buena parte del gabinete del jueves a coachear a los ministros para que saquen provecho de los resultados del viaje a Estados Unidos. “Centenares de empresarios nos preguntaron qué necesitamos, porque van a invertir”. Otro segmento del encuentro de ministros fue para brindar por la recuperación en las encuestas de imagen de gestión y de la figura presidencial. “Hemos recuperado todos los puntos que perdimos desde el caso del Correo. Y hasta superado en algún puntito”, leyó Marcos Peña. Ese contraste entre lo bien que los miran de afuera y los gestos fieros de adentro es el lugar común en los corrillos del Gobierno, como el desprolijo desplazamiento del procurador Carlos Balbín, que se fue porque habría dictaminado sobre el Correo con términos críticos para el Gobierno, cuando el propio Peña mandó a que en las últimas horas se exhibiera en Internet ese documento que el Gobierno cree lo hace zafar del escollo.

      Caso Lousteau en etapa oral

      El cisma del oficialismo porteño no sale aún de la etapa oral y de la bronca. Se percibió en la cena de la calle Balcarce que juntó, después de un año y medio, a la mesa del Pro+Monzó que armó la campaña de 2015. El clima de esa noche del martes lo dominaron las especulaciones sobre qué hacer con Martín Lousteau, cómo enfrentarlo, en una competencia de los presentes por la adjetivación para el ex embajador. Queda claro que eso no le baja el precio puertas adentro; revela, en cambio, la confusión con la que buscan ahora los macristas puros una palanca para afirmar la campaña. La dibujarán los amanuenses de siempre, pero la abanderada será Elisa Carrió, que tiene una manera de hacer política que extraña a todos. Algunos temen que desaire a los estrategas de la línea Peña-Durán Barba, a quien quiere menos que al papa Francisco. Lo que no ven algunos que le temen, entre sus aliados, es que Carrió tiene una capacidad estratégica sobresaliente que combina con arranques de —dicho técnicamente— locura y de racionalidad. Junta espacio y votos correteando por la cornisa en un monopatín. Pero nunca se cae y cuando llega el momento, actúa con un nivel de racionalidad también único que la ayuda a conducir a su formación al éxito. Quienes piden pruebas, que repasen la campaña de 2015 en la ciudad. Era la socia de Lousteau en la elección local, pero se despegó en el tramo final y se fue a hacer campaña por el interior. Si se quedaba en la Capital lo hubiera hecho ganar al ruludo, pero ponderó el efecto que una derrota de Rodríguez Larreta sería un golpe para la elección de Macri en octubre. Valoró más el proyecto nacional que la aldea.

      El 2017 no deja ver el 2019

      La consideración al bulto de esta circunstancia mueve al Pro a revisar la conveniencia de cerrarle las puertas al ex embajador, a la luz de estas consideraciones de mesa de arena: 1) la prohibición a ML de participar en las PASO de Cambiemos en 2017, los aparta definitivamente de esa formación; 2) pero con eso lo ponen también afuera de las PASO de 2019, cuando Horacio Rodríguez Larreta buscará la reelección; 3) si ML compitiera en esas PASO, Larreta podría sacarlo del juego ganándole la interna. Con esta expulsión ya no tendrá esa oportunidad; 4) pero la suerte de Larreta se jugará en un ballotage, como le ocurrió en 2007 y en 2011 a Macri, que nunca ganó en primera vuelta en la ciudad. Y en ese ballotage ML puede ganarle a Larreta como casi ocurrió en 2015. Si lo amarrasen ahora en unas PASO podrían interceptarlo con más facilidad en 2019. En 2017 y 2011 Macri ganó en segunda vuelta con el apoyo del radicalismo porteño, que lo ayudó a vencer al demonio kirchnerista que representaba Daniel Filmus. ¿Error estratégico de Larreta? La historia lo juzgará, pero es claro que juega todo por una elección en la aldea que ya tiene ganada, y arriesga el proyecto nacional, porque sin Larreta 2019 es difícil que haya Macri 2019. Larreta está pagando muy caro por un auto que ya tenía, porque nadie duda —en el oficialismo— de que el Pro ganará las elecciones. ¿Para qué actuar como si estuviera en un distrito perdedor de ganar? ¿Para darle oportunidad a un Sergio Berni de hablar por TV de la interna de Cambiemos? Difícil imaginar tanta confusión, que amplifica el comunicado del Pro que dice que Carrió será la candidata en Capital. Los candidatos no se eligen en las gacetillas. Según la ley, salen de las primarias, o sea de las bases. Según la doctrina republicana, los candidatos se construyen desde abajo hacia arriba, porque es la sociedad la que construye a sus representantes. ¿Cuánto falta para llegar a la nueva política? La vieja no se muere más.


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      ¿Y el Papa dónde está?

      La reunión de los obispos es lo más inquietante, porque se preguntan en el Gobierno si actúan en el debate sobre la revisión de responsabilidades por mandato del papa Francisco, o es un proyecto propio. Quienes viven entre revoleos de sotanas juran que Roma no tiene nada que ver. Que lo que Francisco ordenó es que los archivos sobre la era de la dictadura que había en el Vaticano fueran enviados al Episcopado y que los revise quien quiera. Cuando Graciela Fernández Meijide visitó al Papa en noviembre del 2015 (entre la primera y la segunda vuelta electoral), le preguntó al Pontífice qué quería decir él cuando hablaba de misericordia y reconciliación en el terreno de los derechos humanos. Francisco le dijo: “Lápiz y papel, anote: ‘el que está probado que cometió crímenes tiene que cumplir su condena’”. Ésa es su doctrina. El jefe de los obispos, monseñor José María Arancedo, es señalado por pisar esos documentos y convertirlos en parte de un debate con víctimas y victimarios de la represión clandestina, que comenzó en la asamblea de la semana que pasó. Ya en 2014 el Congreso debatía la reforma al código civil y comercial, y las autoridades de la Cámara Baja escucharon a la mesa del Episcopado. Arancedo, en esa oportunidad, pidió un aparte con la cúpula legislativa y les dijo que había recibido inquietudes de familiares de detenidos por delitos de lesa humanidad. Se dirigió a uno de los diputados y le preguntó: “¿Les parece que esto lo hable con Cristina?”. “¡Ni se le ocurra!”, le contestó. O sea que este envión no es nuevo. Ni termina acá.

      Hay teléfono rojo con el Vaticano

      Para conocer el fondo de estos movimientos de ultramar el Gobierno dispone de un discreto canal de comunicación que se abrió entre Macri y el papa Francisco. Han hablado varias veces en el último tiempo, con el compromiso de confidencialidad. ¿Usarán esta vez el teléfono rojo? Se han permitido consultas de temas comunes, algo que mejoró bastante una relación que empezó mal. En los días previos al último encuentro, un funcionario macrista que logró acercarse a Francisco en el corralito de las audiencias del miércoles en la plaza de San Pedro, le dijo al oído: “ Padre Jorge, trátemelo bien a Mauricio, que ahora viene a verlo”. Francisco le respondió riendo: “¿Por qué me pedís eso, si nunca nos hemos llevado bien?”. Le llegó a Mauricio ese diálogo. Ahora las cosas van mejor. En una de esas charlas le diría el presidente: “¿Nos va a perdonar?”. Respuesta: “Claro, pero ahí hay dos que no sé qué hacer. A uno quizás lo perdone. A otro creo que no”. Esa hermética respuesta motivó un seminario de análisis en Olivos que concluyó que el perdonable es Marcos Peña, y el imperdonable es Jaime Durán Barba. El ecuatoriano ya dijo: “Tendría que tomar un café con Francisco”. Si eso ocurre, estaremos ante una conversión. Durán tiene las mismas lecturas teológicas que Francisco. Van a terminar marchando por el mismo sendero juntos, que es como comenzaron jesuíticamente sus vidas. Esa línea sirve para una relación más directa que avente las fantasías oficiales de que Bergoglio es un operador en favor del peronismo, algo que desmiente a solas . Ocurre que hay movimientos de sectores que se referencian en él, que confunden al Gobierno y a veces al público. Por ejemplo, los que despliega la UCA, que comanda el obispo “Tucho” Fernández. Funciona allí el Observatorio de Pobreza cuyo titular Agustín Salvia se encerró el martes con la cúpula de la CGT ante la que rindió detalles de sus mediciones de desigualdad en la Argentina. ¿Sabía el Papa también de esa visita a tan rabiosos opositores?


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      Sobre la firma

      Ignacio Zuleta
      Ignacio Zuleta

      Periodista y consultor político