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      Coronavirus: las paradojas y el peso de la realidad

      Coronavirus: las paradojas y el peso de la realidadAndré Malraux (1901-1976)

      "Una vida no vale nada. Pero nada vale una vida”, escribió André Malraux, hace casi un siglo, cuando aún no había cumplido 30 años. Esta luminosa formulación ética requiere ser matizada, ya que entre una nada y la otra hay un vasto campo donde transcurren las riquezas y el poder como la miseria y la exclusión.

      El nuevo coronavirus, originado sin duda alguna en el mercado de Wuhan, pese a recientes negativas pregonadas por el PC chino, ha desatado una pandemia que proyecta sobre las diferentes sociedades efectos de todo tipo. Ineludibles cambios de paradigmas, desastres sanitarios, económicos y financieros, junto a reposicionamientos geopolíticos son sólo algunos de los escenarios que deberemos aprender a administrar. Según António Guterres, Secretario General de la ONU, desde la Segunda Guerra Mundial no vivíamos una debacle de tales proporciones.

      Es muy temprano para dirimir responsabilidades, pero la primera de todas no fue la notoria incapacidad de los líderes europeos y de Trump para sopesar este vasto impacto en la economía-mundo, sino en el deliberado retraso de China en informar sobre la aparición del nuevo virus. Tres semanas que se revelaron demoledoras para la propia China y el planeta entero.

      En América Latina y nuestro país, donde priman las desigualdades mucho más que en otras regiones del planeta, habría que recordar una regla de oro: no hay ningún sector, por marginal y débil que sea su lugar en la sociedad, que no termine teniendo una incidencia en el conjunto. Hegel, con su famoso pasaje del amo y del esclavo, ya anticipaba la comprensión de este fenómeno. Difícilmente se puedan encarar políticas eficaces para estas poblaciones marginales sin considerar esta cuestión, sin recordar que en pocas situaciones las vidas de los seres humanos tienen el mismo valor.

      Alfred Sauvy reflexionó, en Costo y valor de la vida humana, sobre muchas de las paradojas que plantea la cuestión de preservar vidas humanas. Uno de sus ejemplos era el de intentar llevar a cero las muertes por accidentes automovilísticos.

      Los recursos humanos y materiales que habría que movilizar para alcanzar este objetivo traerían aparejado un número de muertes superior al que se quería evitar. En síntesis, las paradojas y el peso de la realidad se encuentran al alcance de la mano todo el tiempo.

      En nuestro país, el costo de detener la economía es muy alto, teniendo en cuenta el enorme porcentaje de trabajadores en negro y de “cuentapropistas”, sin hablar siquiera de un segmento de indigentes extremadamente grande. Pero todos los epidemiólogos coinciden en que, con seguridad, hubiera sido catastrófico no tomar las medidas de aislamiento que se dispusieron.

      La política es, ante todo, una toma de decisiones que, afortunadamente, el Presidente no ha eludido y lo hizo de manera temprana, lo cual significa para nosotros “una ventaja comparativa”. Pero, Fernández no pudo evitar las muletillas que no son ciertas todavía: “hemos dominado el virus”, “el único país del mundo” y cosas por el estilo.

      La indiscutible autoridad de AF y del Ejecutivo sobre este tema, derivó en una marcada difuminación del rol de Cristina Kirchner, a distancia una vez más de los dramas sociales (Cromañón, Once, etc.), como si su último viaje a Cuba, hubiera sido a costa de su liderazgo.

      Pero en una economía que caminaba ya por el filo de la navaja las dosis de incertidumbre se multiplicaron. Por otra parte, nuestro sistema de salud adolece de muchas fallas, pero la principal de ellas es la de no ser un sistema, sino una costosa superposición de regímenes privados, gremiales y públicos.

      Es urgente reformular no sólo este sector, sino un Estado excesivamente caro y demasiado ineficiente. Los “cacerolazos” son signos de una percepción social que es la contracara de asimilar Estado a gobierno. La protesta por el costo de la política, en los tiempos que corren, sólo puede agudizarse.

      En lugar de buscar enemigos, el Gobierno debería proponer una concreta política de concertación que incluya no sólo a otros partidos, sino al empresariado, gremios y dirigentes sociales.

      La pandemia ha obligado al confinamiento de casi la mitad de la población mundial. Sin embargo, por el momento, nadie está en condiciones de establecer cuál será su incidencia en el número que muere anualmente sobre el planeta y cuál será finalmente la cifra de víctimas directas debidas a la brutal recesión que se avecina.

      Malthus y la técnica continúan siendo un enigma. Una detección instantánea de portadores, a punto de ser lograda, podría modificar la velocidad de la transmisión del virus.

      Frente a ópticas, muy autorizadas, que anticipan un escenario de prolongada catástrofe, prefiero recordar las palabras que dijera por estos días el casi centenario Edgar Morin: “El confinamiento podría ser una oportunidad de desintoxicación mental y física, que nos permitiría seleccionar lo importante y rechazar lo frívolo, lo superfluo”- Una crisis, para volver a China y por profunda que sea, es siempre una oportunidad.

      Miguel Espejo es escritor y ensayista.


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      Miguel Espejo
      Miguel Espejo

      Escritor y ensayista


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