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      Prejuicios y lecciones de otras pestes

      No es matando murciélagos, ni culpando a los chinos o a ciertas corporaciones como se va a evitar el contagio, curar enfermos y descubrir la vacuna.

      Prejuicios y lecciones de otras pestesEntierro de víctimas de la peste negra en Tournai, Bélgica. Grabado de 1353.

      En La Historia del Cristianismo, el cubano Justo L. González, hace un interesante análisis de los prejuicios que retroalimentaron una de las crisis políticas, sociales y económicas más traumáticas de la historia europea. La economía europea, que se venía expandiendo con fuerza en el siglo XIII, se estancó a principios del siglo XIV, y a mediados de ese siglo empezó a declinar rápidamente.

      La inestabilidad política, el fin de las cruzadas y la decadencia de la agricultura aparecieron como emergentes responsables, pero la causa principal del problema, fue la epidemia de peste bubónica que azotó repetidamente a Europa occidental a partir de 1347. Una de las pestes más traumáticas y prolongadas de la historia humana.

      ¿Cuál fue la razón de que esa epidemia se repitiera una y otra vez en aquella sociedad en distintas oleadas? Según este autor, los prejuicios fundados en falsas dicotomías. Hoy la ciencia nos hace saber que la peste bubónica se propaga principalmente por pulgas, que tras picar a ratas infectadas, se la transmiten a un ser humano.


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      En aquella época, en tres años la peste barrió el continente europeo, y se estima que la tercera parte de la población de Europa murió. Tras esa terrible mortandad, la epidemia amainó, pero volvió a repetirse con distinta virulencia cada 10 o 12 años.

      Las dos razones fundamentales de su propagación y recurrente retorno fueron: primero, el prejuicio generado por la conjunción disyuntiva “enfermedad o religión”; y, segundo, el prejuicio incubado por la disyunción excluyente “judíos o salud”. Como consecuencia del primero se persiguió a muchas mujeres asociadas a prácticas esotéricas a las que se estigmatizó como “brujas”, enemigas de la religión, y, por lo tanto, incubadoras de la peste.

      En la persecución a las brujas también mataron a los gatos, considerados sus mascotas. Diezmada la población de gatos, aumentó la población de ratas y con ello la propagación de la enfermedad. A su vez, como entre la minoría judía, la enfermedad era menos frecuente, la otra dicotomía falsa llevó a responsabilizar a esa colectividad de envenenar los pozos de agua donde bebían los cristianos.

      En represalia, también hubo terribles matanzas y, como consecuencia, menos pozos de agua salubre. Ni las brujas, ni los gatos, ni los miembros de una minoría étnica tenían nada que ver con el origen y la diseminación de la enfermedad; peor, su persecución fue causa de prolongación y recidiva de la peste.

      Cuando, por fin, las medidas sanitarias e higiénicas comenzaron a mostrar sus efectos, se empezó a comprender que la piedad no excluía la enfermedad, y que las prácticas de ciertas colectividades prevenían la propagación de endemias. Empezaban a destellar las luces del Renacimiento.


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      Mutatis mutandi, cuidado con los prejuicios que empiezan a propagarse con la pandemia del corona virus. No es salud o economía, como si se tratara de dimensiones del problema que se excluyen. Es salud y economía con la secuencia que empieza a imponer el aprendizaje, la experiencia comparada y las restricciones propias de cada contexto.

      No es globalización o salud, como empiezan a especular algunos antiglobalizadores enancados en las restricciones preventivas a los movimientos de personas, que imaginan extensivas para el comercio y las finanzas. Es globalización y salud lo que obliga a reparar en los mecanismos de cooperación y alerta temprana frente a crisis globales, e impone la urgente necesidad de establecer mecanismos de gobernanza mundial para enfrentar nuevos problemas planetarios como el que preanuncia el cambio climático.

      No es matando murciélagos, ni culpando a los chinos o a ciertas corporaciones (que supuestamente conspiran contra la gente de edad para reducir la sobrepoblación del mundo) como se va a evitar el contagio, curar a los enfermos y descubrir una vacuna.

      Es, por el contrario, estudiando la cadena de transmisión del virus y sus mutaciones, con la fauna intermediadora, como se llegará a desenmascarar al “enemigo invisible” para poder combatirlo mejor. Tal vez sea un científico chino, un italiano, un español o un norteamericano el que lo logre. O, ¿porqué no un equipo en interconsulta de las naciones más afectadas, que son también las que mayor experiencia acumulada en el tratamiento de la enfermedad van a tener?


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      Si la vacuna proviene de china, no nos va a inocular el “virus” comunista, y si la desarrolla un laboratorio norteamericano o judío, tampoco será una avanzada neoliberal o sionista. Bienvenida la vacuna. Tarde o temprano los picos de contagio van a desacelerarse, con la secuela de enfermedad y muerte. La dirigencia política, en la Argentina y en el mundo tendrá que comenzar a plantear las políticas del día después de mañana.

      Por la prueba y error de las lecciones del pasado, hay tres recomendaciones que deberían servir de guía: 1) No usar el Covid-19 como chivo expiatorio de todos los males preexistentes a su aparición; 2) No exacerbar prejuicios que bloqueen el aprendizaje y la experiencia compartida en el combate de la enfermedad y su cura; 3) Negociar y articular nuevos mecanismos de gobernanza mundial para enfrentar este y otros problemas de dimensión planetaria.

      Si prevalecen los enemigos exculpatorios y los prejuicios excluyentes, si hay oídos sordos a las señales de alerta temprana y las barreras precautorias se transforman en nuevas “cortinas de hierro”, puede que el Covid-19, luego de un retiro estratégico, vuelva al ataque con más virulencia. Como la Yersinia pestis durante la peste bubónica. w


      Sobre la firma

      Daniel Montamat
      Daniel Montamat

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