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      Cristina Kirchner acuerdista, Alberto Fernández apartado y la vuelta de Felipe Solá

      Ahora la vice dejó traslucir que busca consenso con la oposición pero sin el Presidente. El ex canciller, en primera fila en Ensenada.

      Cristina Kirchner acuerdista, Alberto Fernández apartado y la vuelta de Felipe SoláLa vicepresidenta Cristina Kirchner, el sábado, en el acto de Ensenada para recordar a Juan Domingo Perón. FOTO Fernando de la Orden.

      La gran burguesa pide pista para acordar

      La rutina del atril aportó en Ensenada una novedad que es útil poner en la cadena de causalidades de esta crisis, la más grave del gobierno desde 2019 -y eso que no faltaron defaults, pestes y hasta canalladas personales-. Fue la insistencia de Cristina de Kirchner en buscar un acuerdo con quien sea necesario para superar el hundimiento de su gobierno.

      A la misma hora cuando Guzmán se despedía con el pedido de un acuerdo dentro de la coalición, Cristina avanzó como pocas veces antes, en un entendimiento con la oposición. Ahí hay que resignificar la anécdota de juventud en la que recuerda los reproches a su maquillaje de adolescente. “Yo no soy una pequeña burguesa. Yo soy una gran burguesa, no me jodas más”, rió en Ensenada. Y me entrevisto -podría haber agregado- hasta con Carlos Melconian.


      Melconian, partero de la historia

      La referencia al economista es clave porque le pone alguna luz a la crisis: ponderar la necesidad del entendimiento con la oposición es un intento de acercamiento a una agenda moderada.

      Como le expresó Melconian en la reunión, volver a la política que encarnó Juan Carlos Fábrega en el Banco Central desde noviembre de 2013, después de la derrota electoral que significó la antesala de la caída en 2015 ante Cambiemos. Melconian conoce bien ese proceso y se lo recordó a Cristina en la reunión.

      Axel Kicillof era el ministro, pero la tarea de acercamiento a la normalidad la protagonizó Fábrega, un rústico del oficio. ¿Quién manejaba eso? Cristina ha dicho Fábrega. "Hablabas con él todas las mañanas", le recordó Melconian. Cristina: "¿Todas las mañanas? Tres veces al día...". Debieron hacerlo el 14 de noviembre, cree Melconian. Van seis meses tarde.}


      Acuerdismo para todos

      Cristina insiste en la necesidad de un acuerdo en una decena de párrafos del discurso, que hay que tener la paciencia de recorrer en su versión taquigráfica para detectar las invariantes. Es una profesión de fe posibilista que contradice su leyenda -fundada- de sectarismo ideológico. Es simple y obvio: en el país dela intransigencia, se crece en la escala zoológica de la política ejerciendo sectarismo. Pero cuando aprieta la necesidad sobreviene la urgencia del acuerdo como solución.

      Elemental: la intransigencia es la negación de la política, que es solamente acuerdo, entendimiento. Cristina se allana al entendimiento con quiera acercarse, hasta con Melconian, a quien usa y defiende como interlocutor:

      - "Con los gorilas no somos agresivos, ni queremos que desaparezcan, ni suprimirlos, ni 'callate la boca', '¿para qué hablás con este?', no, no somos así, no está en nuestra ontología".

      - "El peronismo ha tomado un volumen y una agresividad que no es buena para nadie. No es buena para los argentinos, no es buena para la Argentina".

      - "El 27 de octubre del 2020, ¿ustedes se acuerdan de que en una parte yo hablaba del problema de la inflación y de la economía bimonetaria y de la necesidad de un gran acuerdo entre todas las fuerzas políticas para abordar este problema que es grave en serio?".

      - "A mí me gusta escuchar a todos, porque a lo mejor yo estoy equivocada y si me convencen de que estoy equivocada... No va a ser la primera vez que alguien me convenza de que estoy equivocada y hago lo que no pensaba hacer, ojo. ¡Ojo, no es la primera vez!".

      - "Cuando se conoció le dijeron de todo los del otro lado al pobre Melconian, ¡mirá vos, yo diciendo pobre Melconian! Lo mataron, lo agredieron, violentos, ¿pero en serio piensan que de esa manera se puede construir un país?".

      - "Tenemos que animarnos a sentarnos a discutir en serio y encontrar cuál es la verdadera causa de este problema que aflige a los argentinos".

      - "Tenemos que comenzar a discutir en serio estas cosas y no hay posibilidad, esto sí se lo dije a Melconian, si no hay un gran acuerdo respecto de determinadas normas".


      Acá sólo negocia el jefe

      En el peronismo versión Kirchner -Néstor, Cristina. Máximo- acordar es una herramienta de uso exclusivo de los jefes. Esa fracción del partido es una minoría que ha debido, desde la derrota en 2003 de Néstor ante Carlos Menem, concentrar la facultad de acordar como un atributo que no se puede delegar. Negociar es la única fuerza que le queda al débil. Es un insumo escaso, imprescindible para aprovechar, como en el judo, la fuerza del adversario.

      Muchos funcionarios de los gobiernos K han sufrido al axioma: el que negocia es un traidor. Sólo negocia el jefe, y hace sin preaviso a los propios, para que nadie se le adelante y medre con el resultado. Cambia de rumbo sin poner las luces de giro. Corleone básico: "El que te proponga la reunión con Barzini es el traidor. No lo olvides", es la última lección de Vito a Michael.


      Se gasta el último cartucho de poder


      Este llamado al acuerdo incluye a los movimientos sociales, a los que critica por actuar como partidos políticos, pero excluye a Alberto Fernández. Es esperable que la chispa del acto en Ensenada disparase el misil de acción retardada que tenía preparado Guzmán. Cristina arriesga del poco poder que tiene en un oficialismo ya deshilachado y condenado, a menos que ocurra un milagro, a una derrota electoral en 2023.

      Si eso ocurriese, quien tiene más para perder es Cristina. Es razonable que haya ponderado desde 2019 su agenda personal por sobre la agenda pública. Pero es un error político que contradice el interés público haber puesto por sobre todos los proyectos una reforma judicial que está sospechada -y rechazada- porque busca debilitar la tarea de los jueces. Es, después de todo, la misión de todo reo que enfrenta la ley, pero también una prueba de debilidad.

      Se burla de esa intención hasta el hijo del Chino Navarro en un hiriente posteo de campaña. El reclamo de acuerdo tiene destinatarios entre lo gobernadores, cuya agenda de cambios -como la federalización de los planes para pobreza- adoptó Cristina. En la oposición, quien mejor entiende este lenguaje es Horacio Rodríguez Larreta, príncipe de los acuerdistas.


      Desgracias encadenadas

      Esa insistencia en el acuerdismo es la bisagra definitiva que Cristina les pone a sus relaciones con el Gobierno. Es la responsable de la derrota electoral de noviembre pasado en la provincia de Buenos Aires, distrito que representó como senadora y donde su hijo domina en el PJ. Esa factura parece ilevantable porque la pérdida de votos en el Conurbano está motivada en la tarea de los movimientos sociales que se apiñaron en torno a Alberto Fernández.

      Cristina está obligada a: 

      1) Escapar al hundimiento del Gobierno que, exagerando protagonismo, se atribuye haber inventado.

      2) Tomar represalia sobre Alberto porque, junto a Massa, no han hecho mucho para sacarle de encima el cerco judicial.

      Van a haber pasado cuatro años y su condición de procesada es la misma, con mínima diferencias, que cuando gobernaba Cambiemos. Esa situación es la que busca significar cuando enarbola, como bandera política principal, a Milagro Sala. Busca transmitir que ella es Milagro Sala y que Alberto no hace mucho por sacarla del calabozo.


      La cuidada coreografía de Ensenada

      La decisión de Guzmán la disparó también la coreografía de Ensenada. Basta con mirar la primera fila de los invitados, en donde sentaron a Felipe Solá junto a Julián Domínguez. El ex canciller nunca ha abjurado de ser un referente del cristinismo, pero llegó a esa butaca premium por pedido expreso de Máximo Kirchner. A Solá no le costó, quizá sí a Julián Domínguez, que había estado el día anterior en el acto de Alberto Fernández en la CGT. Lo sentaron junto a Felipe, a cuya sombra se ejercen todos los ministerio de Agricultura.

      Los aficionados a las mortificaciones peronistas observaron que Cristina mencionó a "Julián que es muy católico, como yo". Sentarlo junto a Solá es una señal también confesional. El ex canciller viene de mantener una reunión privada, hasta ahora conocida por pocos, con el Papa Francisco. Fue en junio, y tan sigilosa -y de publicidad demorada- como la que tuvo en abril pasado con Wado de Pedro.

      Estos protagonistas no andan por ahí contando de lo que hablaron. Bergoglio es escéptico sobre el destino del actual gobierno y evita expresar opiniones. Cree que las acciones del gobierno son desacertadas desde la sanción de la despenalización del aborto. También recibe reproches al gobierno de los curas villeros de que no reciben la asistencia suficiente para su tarea con los pobres. Tampoco le gusta que la oposición le haga desaires como la crítica al "pobrismo" de Miguel Pichetto.

      Con Solá puede ser que se haya interesado en qué puede hacer la Argentina para mitigar los efectos del hambre por la guerra de Ucrania. El ex gobernador puede haber observado que el trigo en la Argentina es privado y que, si el Gobierno quiere donarlo, tiene que pagarlo. Cuando habla con políticos, como De Pedro y alguno más del Gabinete a quien ha recibido, los sorprende con su interés en circunstancias personales. De Pedro es hijo de desaparecidos y en su crianza por una tía intervino un sacerdote.


      Perdone, Papa Francisco

      Estas señales de Cristina de poner a Felipe y el "católico" Julián en primera fila pueden entenderse como un intento de amortiguar la bronca que puede causar en Bergoglio el despido de Guzmán. El ministro de Economía alcanzó su estrellato por integrar un grupo de amigos con sede vaticana del que forman parte, entre otros, Joseph Stiglitz, Jeffrey Sachs, John Kerry, Kristalina Georgieva, monseñor Marcelo Sánchez Sorondo, Gustavo Béliz.

      ¿Y justo -pensarán en el Vaticano- se les ocurre desprenderse de nuestro mejor amigo en el Gabinete? En el mismo sentido hay que leer las menciones amigables de Cristina en Ensenada a Juan Grabois -que no es Pérsico ni el Chino- y al salario básico universal, una consigna que también respalda el Papa Francisco. Será misericordioso el Santo Padre al reflexionar en un gobierno condenado a elegir entre un ministro leve e intrascendente y con bajísimo costo de renuncia, y candidatos a reemplazarlo que encabezan los rankings de desprestigio, como Massa.


      El acuerdo como necesidad de supervivencia

      La insistencia en el acuerdo no debe extrañar en cualquier político que busque superar las estrecheces de la necesidad. El propio Alberto, cuando asumió el gobierno, logró ponerle el moño a las leyes Guzmán de emergencia (diciembre de 2019) y de sustentabilidad de la deuda (febrero de 2020). En su largo rap de renuncia-autobombo, Guzmán recuerda que fueron aprobadas casi por unanimidad.

      Deja el consejo de futuros acuerdos: "Será primordial que trabaje en un acuerdo político dentro de la coalición gobernante para que quien me reemplace, que tendrá por delante esta alta responsabilidad, cuente con el manejo centralizado de los instrumentos de política macroeconómica necesarios para consolidar los avances descriptos y hacer frente a los desafíos por delante". De paso, la mención a "el manejo centralizado de los instrumentos de política macroeconómica", es el reproche velado a su adversario Pesce.

      El volantazo de la "gran burguesa" tampoco debe extrañar en la familia. En el año 2003 Néstor Kirchner asumió con un gabinete en el que estaba Gustavo Beliz, responsable de una agenda garantista en materia de seguridad y justicia. Le duró poco el amor por ese programa. En marzo de 2004 se produjo el secuestro y asesinato de Axel Blumberg. Ese hecho abominable disparó una marea anti garantista en el público, que le hizo girar de agenda.

      En julio despidieron con escándalo a Beliz, que fue remplazado por Horacio Rosatti y, un año más tarde por Alberto Iribarne. La adhesión que tuvo Blumberg en la opinión pública movió a Kirchner a un giro de agenda hacia el anti-garantismo, por sobrevivencia, parecido al que ahora amaga con arriesgar, también por sobrevivencia, la gran burguesa.


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      Sobre la firma

      Ignacio Zuleta
      Ignacio Zuleta

      Periodista y consultor político