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      El enemigo no es el otro, es Massa

      Caminos. El énfasis del "discurso del odio" busca colocar a Cristina como lo que no es: dueña del gobierno y eventual candidata a presidente. Es también una manera de bajarle el precio al Ministro de Economía que se mueve en EE.UU. como un baluarte neoliberal.

      El enemigo no es el otro, es MassaSergio Massa en Houston, en un desayuno tratando de seducir inversores.
      10/09/2022 01:00

      El énfasis con el cual el cristinismo identifica el enjuiciamiento de Cristina de Kirchner con la agresión, busca erigirla en lo que no es, como dueña del gobierno y eventual candidata a presidente. El envión tiene un objetivo y un adversario, que no está cruzando la vereda. Lo tienen adentro. Se llama Sergio Massa, que se ha adueñado del manejo de la economía en nombre de Olivos – Alberto – y jura por las carnales relaciones con Washington y el FMI.

      Ha hecho saber que si le fructifica el plan “poquito” será el dueño del peronismo en 2023. Si logra de bajar un poquito la inflación y el riesgo país, bajar un poquito el desempleo y subir un poquito la actividad, habrá cumplido ese objetivo.

      No hay nada más lejos de lo que Cristina puede tolerar. Es su infierno tan temido: haber acompañado un gobierno que ella se atribuye como un invento propio, que termine en manos de su adversario más agraviante.

      La suerte 2023 depende de la suerte de los partidos en las urnas. El destino electoral de Macri, Larreta, Manes, Morales, Cristina o Massa no depende de su voluntad, sino que la capacidad de representación de los bloques de opinión que hoy se sindican en las dos coaliciones. Los movimientos del oficialismo para manipular en su beneficio el gatillazo de la Recoleta han servido para que el gobierno suspenda por un instante sus rencillas internas, que son de fondo e irreconciliables.

      Nacen de las diferencias sobre el manejo de la economía, que sus dirigentes sobrevaloran por encima de la política. Olivos cree que se salva con el FMI; el Instituto Patria, por el contrario, cree que con el Fondo se va al fondo, pierde las elecciones del año que viene.

      La teatralización de la cultura del odio

      El envión del gobierno muestra la hilacha autoritaria cuando apela al argumento de la culpa colectiva. Lo usaron Alberto y Wado cuando dijeron que el agresor de Cristina no es un anormal sino un hijo de la cultura del odio.

      La culpa colectiva es un clásico en el pensamiento contemporáneo y ha aflorado en Alemania. Es ese país han aparecido historiadores negacionistas de las atrocidades de Hitler con el argumento de que era un hijo de su tiempo y que expresaba a la cultura de su país. Es una reminiscencia heredo-roussoniano: el hombres bueno y la sociedad lo corrompe. Y todo para señalar a periodistas, jueces y opositores.

      Es una teatralización que sólo busca sacar rédito a un hecho criminal abominable, pero sin trama política.

      La Argentina conoce bien estas teatralizaciones. Los militares de la última dictadura justificaban sus atrocidades en la presunción de que existía una conspiración de periodistas, políticos y organizaciones que encabezaban una campaña. Era, según el estudioso Jaime Malamud Goti, una teatralización para cuya finalización los participantes no habían establecido reglas.

      Era la manera de prolongar la acusación al otro hasta el infinito. “Ante la ausencia de reglas que establecen las conductas aptas para modificar o terminar el juego –dice Malamud, organizador de los juicios a las juntas militares– toda comunicación era parte de la teatralización” (“Terror y Justicia en la Argentina”, libro del año 2000, Ed. De la Flor).

      Si el gobierno quisiera un acuerdo, cerraría la teatralización aportando algún elemento fuera de libreto: por ejemplo, que lo hagan callar a Mayans, o pidan una reunión con la cúpula de Juntos por el Cambio en el Instituto Arendt, y que el gobierno –con los Fernández a la cabeza- camine hasta allá y se coma la foto inoportuna. Es lo que va a hacer Massa cuando necesite un acuerdo.

      Fracasos en cadena

      La exhibición de unidad entre las tribus del oficialismo se agota en la superficie. No se refleja en ninguno de sus movimientos estratégicos. “- Hemos recuperado la mística, huevón”, musita un diputado, veterano de mil batallas - a quien no identificaremos - mientras hunde con melancolía el rostro entre sus hombros. Como buscando convicción en el ensimismamiento.

      Los gestos de euforia del cristinismo - marchas, declaraciones, etc. - son señales hacia los propios peronistas para poner a Cristina por encima del Massa que se prepara para cumplir su viejo objetivo de sacarla del juego. Ha dedicado más de 15 años a ese empeño, y está a punto de lograrlo con ella de vicepresidenta.

      Si Cristina fuera la jefa de oficialismo hubiera cumplido en los tres años de gobierno que lleva el Frente de Todos, algunos de sus proyectos: 1) reformar la justicia; 2) instalar un sistema de economía autárquica y controlada; 3) modificar la Constitución para darle al poder Ejecutivo herramientas de control sobre los otros poderes - grupos económicos, sindicatos, medios de prensa, etc.

      Por el contrario, en los tres años: 1) han fracasado los intentos de reforma judicial y de la Constitución; 2) el gobierno ha llevado adelante, sin que ella haya podido impedirlo, con los ministerios de Martín Guzmán y Sergio Massa, una agenda económica neoliberal, para usar la jerga del oficialismo.

      Tampoco ha podido sostener a sus funcionarios en el gabinete, ni la conducción del Congreso. En el Senado, cámara que ella conduce, el oficialismo está maniatado y el jueves pudo sesionar con un orden del día simbólico – condena a la agresión – sólo con la ayuda de otros partidos. En Diputados, la falta de número sigue demorando la prórroga de las leyes de impuestos más importantes que vencen a fin de año.

      El gobierno sabe cómo hacer acuerdos

      Lo demás es literatura. El gobierno sabe bien cómo tiene que buscar un acuerdo con la oposición. Y sabe cuándo quiere usar el llamado al acuerdo para aprovechar las diferencias entre ellos, como si de eso dependiese de que algún voto volase de una opción a otra, un imposible en el país del voto estable.

      Supo hacerlo en 2019, cuando asumieron los Fernández, para lograr la ley de emergencia que pidió Guzmán para arrancar su gestión. En febrero de 2020 tuvo otro acuerdo con la oposición para que le votasen la ley de sostenibilidad de la deuda. Sobran habilidades también en la oposición para administrar su capacidad de acordar cuando es necesario.

      Las relaciones entre peronismo y no peronismo les permitieron trabajar en el cuatrienio macrista, cuando se aprobaron leyes de consenso bipartidario como el acuerdo con los bonistas privados en 2016, los consensos fiscales, las leyes Bergoglio (emergencia de la economía popular, ley de villas), los acuerdos para designaciones negociadas de jueces en el Senado, etc.

      Hay un teléfono rojo que funciona por circuitos que manejan pocos y que sirven para esos acuerdos. Tiene sede en la cámara de Diputados, en donde ocurrieron los últimos consensos. Uno fue el proyecto de aprobación del acuerdo con el FMI, que consistió en desacoplar la aprobación misma, sin la mención de antecedentes capciosos que incriminaban al anterior gobierno, ni del programa para su cumplimiento.

      El linaje radical maneja diputados

      El sábado último, el mismo consenso se logró para llevar al recinto el texto de la declaración del Senado contra la agresión, despojado de reproches sobre la trama del odio. En esa cámara hay una novedad, que es la presidencia de Cecilia Moreau, que debía presidir su primera sesión y no podía hacerlo sin la presencia de la oposición. Debutar sin capacidad para armar una sesión normal sería un demérito.

      La diputada tiene linaje radical y eso facilita mucho sus relaciones con el bloque de ese partido. Lo que no sabe, se lo cuenta su papá, Leopoldo, también radical, a cuya intervención se debe el hecho de que oficialismo aceptase la condición de la oposición de quitarle los párrafos odiosos a la primera versión de la resolución que se votó.

      Cecilia Moreau , presidenta de la Cámara de Diputados.Cecilia Moreau , presidenta de la Cámara de Diputados.

      Leopoldo fue una estrella del radicalismo, conoce a sus correligionarios, pero su gran expertise es el manejo de la relación con los peronistas. Frenó los proyectos anti-odio del oficialismo con un argumento sólido: hay leyes como la de Defensa de Democracia (la 23007) y la Anti-Discriminación (las dos del ciclo alfonsinista) que prevén sanciones a los destituyentes y odiadores.

      Pudo recordarle a los suyos, además, que en la CABA rige un fuero especial de protección de la libertad de expresión. Es la ley 4565 de 2013, la llamada “Ley Pepín” - en memoria de quien la promovió sobre la base de un decreto de Macri – maravillas del formato “hanseático” que le dio la reforma de 1994 al distrito federal.

      Esa norma ampara hasta los excesos verbales de la militancia periodística de todos los signos. Esa pericia de la nueva cúpula de la cámara se podrá a prueba en la semana que comienza, en otra operación de desacople.

      La oposición condiciona el número para la aprobación de la prórroga de los impuestos, a que separen del conjunto donde figuran Ganancias y otros tributos, el proyecto sobre Bienes Personales, que ellos rechazan al menos según el formato del dictamen oficial. Este entuerto ha dilatado el tratamiento hasta después de la visita del jefe de gabinete, o sea en una sesión prevista para el jueves 15.

      La unidad, clave para las dos coaliciones

      En este turno, el cristinismo necesita mostrarla al mando para enfrentar la próxima pelea, que es interna, con Massa, y desplazarlo de la centralidad, para que pueda aportar a su rol en el oficialismo, el plan “poquito”. Nada tiene que ver con la intención de capturar votos de la oposición.

      El peronismo sabe que tiene un 40% en cualquier elección, un porcentaje similar al que tiene la coalición opositora. El año pasado perdieron por 10 puntos y los caciques que gobiernan encabezan la lista de desprestigio en la sociedad. ¿Es imaginable que, en menos de un año, con un plan “poquito”, puedan darse vuelta esos pasivos?

      De cualquier manera, el peronismo sabe que unido es competitivo, pese a esos pasivos. Le falta el candidato, pero va a aparecer. La oposición hace forcejeos entre su postulantes, pero sabe que quien se quede con la candidatura se montará sobre un bloque electoral inamovible.

      Para las dos coaliciones el mandato supremo es la unidad. Y si para el cristinismo esa unidad es en torno a la figura la Cristina agredida, mejor, porque le pone atributos de poder que no tiene en los hechos.

      Ha perdido todas las batallas internas y externas, es menos que en 2019 y sólo es noticia: 1) por los juicios que enfrenta; 2) ahora por la agresión; 3) como efecto espejo de la oposición, que la señala como importante con el sólo propósito de ganarle, como han hecho en casi todas las elecciones de la última década.

      La prueba de esto es el énfasis en el gatillazo de las pantallas militantes: han dedicado en los últimos 10 días una cadena nacional de 24 horas al día a hablar de la banda de los copos de azúcar como si se tratase de una organización terrorista que ejerce violencia política. Una ofensa a la memoria y leyenda de Montoneros, que protagonizó el secuestro por el que se cobró el rescate más alto de la historia –US$ 65 millones- por los hermanos Born. Un poco de respeto, piden los Vaca Narvaja y los Firmenich desde sus alminares.

      Improvisaciones, como llevar a Pichetto a una misa

      La herramienta para la manipulación es de baja calidad intelectual, además de ser improvisada, como es invitar a Miguel Pichetto a una misa o distribuir desde la oficina de prensa del ministro del Interior largas declaraciones acuerdistas de Facundo Manes.

      El presidente del Peronismo Republicano es uno de los dirigentes opositores con quienes habló largo y tendido Wado de Pedro ofreciendo su corazón – “No será tan fácil, ya sé qué pasa/ No será tan simple como pensaba/Como abrir el pecho y sacar el alma/Una cuchillada del amor...”, dirá Fito.

      Ensayó autorreproches también ante Gerardo Morales (por teléfono y el jueves en el Chaco, en donde compartieron la cumbre de los gobernadores del Norte Grande), Juan Manuel López (CC) y Facundo Manes. Se disculparon todos de no ir a ninguna misa y alguno lo retó: ¿Por qué no los llaman también a Macri, a Patricia y a Horacio?

      Esa convocatoria a la misa- escucharon Wado y Juan Manzur en el Chaco – es partidaria, con Grabois y las organizaciones. Tienen que trabajar como lo hacemos acá, con los gobernadores del Norte Grande”. Silencio del otro lado. A ninguno de ellos le quedó claro si era un gesto de cuentapropista de Wado o si era parte de una estrategia con trampa.


      Sobre la firma

      Ignacio Zuleta
      Ignacio Zuleta

      Periodista y consultor político