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      La arbitrariedad, herramienta autoritaria

      La arbitrariedad, herramienta autoritariaAlberto Fernández presentó, el 29 de julio, el proyecto de reforma judicial que tiene, al menos por ahora, un destino incierto y pronóstico para tratarse el año próximo.
      02/08/2020 00:00

       La arbitrariedad es la forma más vulgar de la simulación de poder. Para algunos es además una falla ética, pero en lo táctico le permite al débil recubrirse de una fuerza que no tiene y ganar un respeto imposible de alcanzar de otra forma. La arbitrariedad está detrás de los giros en la valoración de los hechos, algo que la oposición explota en los socios de Cristina que pasaron del odio opositor a su persona, a beneficiarse de una unidad que les permitió llegar al poder. Algunos se indignan cuando escuchan archivos de Alberto Fernández con críticas mortales hacia Cristina por el acuerdo con Irán. O cuando confrontan su defensa de la Suprema Corte de 5 miembros con las filtraciones de sus funcionarios sobre los beneficios de una posible ampliación que él consiente. Emula la ambigüedad de Mauricio Macri sobre la despenalización del aborto - estaba en contra, pero habilitó el debate por razones de oportunidad circunstancia. O anécdotas como las que cuentan testigos sobre el anticristinismo de Sergio Massa antes de la virazón hacia el Instituto Patria. Por ejemplo, la que cuenta el diálogo entre Massa y un amigo que le vaticinaba: Vos vas a terminar abrazado con Cristina. Sergio, con su mejor sonrisa, llamaría a su esposa para un careo: Mirá lo que dice éste. Malena: si llega a hacerlo, me divorcio. Ser arbitrario es un rasgo de astucia que transmite a los propios y al público una medida de los escrúpulos del personaje: miren cómo cambio de ideas e imaginen lo que puedo llegar a hacer para lograr mis objetivos. Es, bajo las dictaduras, un mecanismo del terror de Estado. Si a éste que no hizo nada se lo llevaron, ¿qué no me puede pasar a mí? Pierden el tiempo quienes se ocupan de revisar archivos y detectar contradicciones, como recordar que Massa salió en 2014 a recoger firmas contra un proyecto de reforma del código penal que habían redactado entre otros, León Arslanián, quien integra la nueva junta Consultiva que tiene que estudiar el funcionamiento de la justicia y Eugenio Zaffaroni, mentor jurídico del cristinismo.

      Inconsecuencias inocuas

      Hubo tantos intentos de reforma judicial en los últimos 20 años que esas contradicciones pueden dormir en el olvido colectivo, pero no las olvidan los protagonistas. La más audaz fue la que Cristina le encargó en 2012 a una comisión multipartidarias para reformar el código Penal, en la que estaban, además de Arslanián, Ricardo Gil Lavedra y Federico Pinedo. Pero es un ejemplo de cómo la oportunidad política defrauda las convicciones.La juntada de firmas de Massa quebró la voluntad de Cristina, que retiró el proyecto a mediados de 2014, después de lanzarlo con bombos y platillos en la inauguración del año legislativo. Mandó a Julián Álvarez lo modificase para lavarlo de garantismo. Intervino el papa Bergoglio desde Roma en defensa del proyecto de la comisión Zaffaroni. Esa gestión, a cargo del nonato candidato a la Corte Roberto Carlés, logró reivindicar el texto vetado por Cristina por temor a Massa, que había sido el héroe de las elecciones de diciembre anterior. Pero nunca mandó nada al Congreso. Ni Massa ni Zaffaroni ni Cristina han olvidado aquellos entuertos, aunque muerden el freno porque el gran activo de la coalición de gobierno es la unidad entre sus integrantes (tampoco lo olvidó nunca Bergoglio, que nunca lo recibió a Massa como Papa). Son inconsecuencias mansas, porque este proyecto tiene dificultades de andadura política porque está radicado en pelea del pasado cuya vigencia va a revisar el gobierno. La fusión de juzgados para anegar el presunto poder de "Comodoro Py" es un proyecto que tiene la música del que preparó y planteó Gustavo Béliz, en el primer gabinete de Néstor Kirchner. La letra parece otra y lo expresa el fiscal José María Campagnoli, que estuvo en aquel equipo que proponía fusionar la justicia federal con los magistrados de la ciudad para mejorar el prestigio del elenco “de la servilleta” - por la leyenda de Carlos Corach que disparó Domingo Cavallo sobre jueces oficialistas. Este impulso fusiona a los federales de Penal con otros fueros de este nuevo texto, y Campagnoli dice que es para proteger impunidades y parece machear con lo que intentaba Béliz. Cambió el proyecto; falta saber si cambió Béliz. La idea de desmontar poderes en Comodoro Py la revivió Alberto Iribarne, cuando sucedió a Béliz en el ministerio de justicia, y la absorbió en parte el proyecto macrista Justicia 2020.

      Reforma judicial, proyecto en busca de autor

      En esta iniciativa hay algo también de confrontación sorda entre las tribus de la coalición oficial. Algunos presentan la reforma judicial como un proyecto de Cristina, para buscar una mejora de su situación judicial y dan como muestra la presencia de abogados que la defienden en juicios. No está probado entre quienes la rodean que sea bueno revolear las causas que afectan a los políticos entre más de 40 nuevos jueces, cuando tiene tres vacantes en la justicia de Comodoro Py que puede designar el Senado sin problema. ¿Mejor 46 magistrados que tres? ¿En qué cabeza cabe? Sí en la de Alberto y en el universo chico de la sala de profesores de la facultad de Derecho. En sedes como ésa hay una creencia generalizada de que cambiar las leyes cambian la realidad, cuando es más bien lo contrario en política. En la Argentina cimarrona, las restricciones - económicas, institucionales- no tienen nunca eficiencia ante la realidad de una sociedad que es más fuerte que el sistema. Desde la era Menem la politica se la tiene jurada a la justicia. Ya la Alianza prometió voltear al sistema federal de la CABA con acusaciones de todo color. Desde el ciclo peronista los presidentes arrinconaron a los jueces hasta con insultos desde el atril - a uno le llegaron a decir pistolero o algo así -. Lo mismo amenazó con hacer el ciclo Macri, a donde convivieron y conviven hombres cercanos a los proyectos originarios de Béliz, como Campagnoli, Germán Garavano o Pablo Lanusse - hoy abogado de Macri. Perdieron todas las batallas. Sólo han logrado que se jubilasen Norberto Oyarbide y "Pati" Ballestero, trasladaron a Eduardo Farah y lo destituyeron apenas a Eduardo Freiler. Rodolfo Canicoba Corral se va cuando ha querido y la captura de Inés Weinberg para la Consultiva demuestra que no era la mejor candidata a Cambiemos a la Procuración de la Nación. Macri le dijo a la mesa de Cambiemos "No sabía nada... Voy a ver si la llamo".


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      También queda por probarse si el proyecto del gobierno es plantear una nueva batalla en la opinión de los sectores medios que no lo votan para medrar con la polarización, o avanzar en reformas reales y posibles. Nada de eso se logra sin acuerdos y no los ha buscado esta vez. En este punto el peronismo transgrede el dictamen del legendario Mario Cuomo (gobernador de Nueva York, padre del actual): "Se hace campaña en verso, pero se gobierna en prosa". El peronismo huye de la prosa y vive de gestos de campaña. Dedicó el debut de Santiago Cafiero en informes a Diputados a una serie de discursos de elogio de los diputados oficialistas para el funcionario y para Alberto. Con esta reforma, también lejos de la prosa, desairó a la oposición que podría haberle acercado votos en algún plano de consenso. En febrero, Olivos interesó a Ricardo Gil Lavedra en integrar algún equipo de trabajo. Nunca lo volvieron a llamar. Esta vez se acercaron a Federico Pinedo, a quien Horacio Rodríguez Larreta le trasladó el interés de Alberto en que estuviera en la comisión, pero a título personal, no partidario. Pinedo tiene diferencias abismales con Cristina, pero siempre han tenido un entendimiento de convivencia respetuosa. La expresidente quiso que estuviera en la comisión de reforma penal en su momento, y avaló desde 2015 que el exsenador fuera presidente provisional del Senado con el voto del peronismo. Pinedo mandó a responder que él era hombre de partido y que iba a consultar a los suyos. Eso motivó la convocatoria a la cumbre de Cambiemos del martes. Pero Alberto desbarató la oferta al informar el lunes la integración de la junta Consultiva sin nombres de la oposición. Por eso la mesa opositora ni trató el tema de Pinedo. Cristina puede convivir con el exsenador, pero no con la marca de Juntos por el Cambio en donde mandan, entre otros, Macri, las UCR, Miguel Pichetto y Patricia Bullrich. La mesa centró su documento del martes en el rechazo de una presunta ampliación de la Corte que después Alberto y Marcela Losardo negaron. Era una noticia que publicaban los medios, inspirados en el ejercicio del género del peronismo de filtración, que ha reemplazado al periodismo de investigación, al decir de José Luis Cebrián. Santiago Cafiero respondió a los diputados, en el informe que rindió por escrito antes de la sesión del jueves: "El Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación informa que el Poder Ejecutivo Nacional no registra ningún proyecto de modificación de la integración de la Corte Suprema de Justicia de la Nación" ¿Se comieron un amague del gobierno? Puede ser, pero se consuelan con que la tarde del miércoles hubo un cacerolazo en algunos barrios de la ciudad de Buenos Aires. Mostró que un cambio en la Corte es rechazado por quienes votan la opción opositora de Juntos por el Cambio. Les funcionó como afirmación del voto propio en un tema no de micropolítica, sino de mini política de nicho que tampoco conmueve a las multitudes del peronismo del conurbano. Igual el gobierno quiere apurar esta semana el tratamiento en comisión del proyecto de ampliación de juzgados y los funcionarios de presidencia, como Julio Vitobello, fatigaron los teléfonos de los caciques legislativos de la oposición para "charlar" el tema. No le fue muy bien. El tema Corte podría surgir de la Consultiva, que tiene mandato hasta noviembre para entregar su informe, es decir fuera ya del plazo para elaborar un proyecto y mandarlo al Congreso. Todo pasa al año que viene.


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      Más desajustes en el manejo del Senado

      Habrá tiempo para aclarar si este proyecto, que se justifica como una urgente necesidad de los argentinos, arrollados por la crisis económica y la peste, no es otra cosa que un electroshock sobre la familia judicial para paralizar causas y distraer con temas laterales como fue la modificación de las jubilaciones. Corrieron a un centenar de magistrados que se fueron para preservar el bolsillo. Alguno de los expertos en las naderías del espionaje podrá aportar algo sobre la relación entre este proyecto de Béliz y sus peleas con el espionaje residual al que se lo suele señalar como un poder dentro del poder judicial. Una interna de aguas profundas, universo que desvela a Olivos, ahora y siempre. Y, lo más importante, si es el proyecto de Cristina, que querría soluciones más rápidas porque pasa el tempo, los juicios siguen, los embargos también, tiene que pedir permiso para moverse y en el Senado le toman examen que pasa con dificultad. La votación de la ley de teletrabajo se aprobó en el Senado por 40 a 30, resultado que no refleja la diferencia en la cantidad de votos del oficialismo por sobre la oposición. En Diputados, ese proyecto había sido aprobado por 214 votos, uno negativo y 29 abstenciones. Allí la oposición maneja, cuanto más, 124 votos. En el Senado el peronismo perdió esa diferencia por negarse a discutir cambios que querían hasta los senadores del oficialismo, que había adelantado José Mayans en comisión. Se impuso la CGT para aplastar los pedidos del sector privado que intentó discutir el bloque de la oposición. Una señal antimercado que, según el oficialismo, reparará Alberto con vetos y reglamentaciones, como ocurrió con la polémica ley de fibrosis quística. Eso saca otro debate del Congreso y le traslada las decisiones al Ejecutivo. Con razón Cristina no se quedó a la hora de la votación, y le cedió la presidencia a Claudia Ledesma. Nunca hay que estar cerca de las malas noticias.


      Sobre la firma

      Ignacio Zuleta
      Ignacio Zuleta

      Periodista y consultor político